Las joyas dentro de la bolsa de chocolates y los cheques en la maquina de fax, dedicado a Gustavo Mariño

 

Yo muerta de risa con mis estupideces, total que todo lo que pierdo siempre lo regresa mi Ángel 

Amigo y artista el colombiano Gustavo Mariño ha compartido muchas, demasiadas, aventuras y experiencias conmigo, principalmente en la feria de Art Basel Miami. Dice que me toca escribir sobre nuestras peripecias. Ahí va el asunto de “las joyas perdidas”. Era el día de desmontaje del stand, último día de la feria hace años. Habíamos trabajado muchísimo y empacábamos el arte antes de regresar a México. Eran como las 12 de la noche y teníamos hambre Ricardo, Gustavo y yo. Saqué una bolsa de chocolates, comimos algunos y dije “yo los ayudo”. Mejor no, contestó Gustavo, tú nos estorbas. Me quité las joyas, un collar de jade verde con monedas antiguas de oro y aretes y pulsera del mismo juego. En segundos las joyas desaparecieron. Mis joyas, mis joyas, que son de diseñador susurré casi llorando. Nos pusimos a buscar en la basura y por todos lados. Casi una hora buscando y nada. Yo no me quería ir de la feria pero Ricardo y Gustavo estaban muy cansados. Por fin nos fuimos. Ya en el van no cerraba la puerta de atrás. Gustavo se devolvió a los recintos de la feria para buscar algo con que amarrar la puerta. Cogió un cable de teléfono y vio los chocolates que yo había dejado en el piso. Los recogió por si acaso volvía a tener hambre. Cuando llegó a su casa guardó los dulces en la nevera y se olvidó del asunto. 

 

Pasaron seis meses. Un día llegó una muchacha a limpiar la casa de Gustavo en Miami, cerca de Cocoanut Grove y frente a un parque. “Limpia la nevera y bota todo lo que sobre”, ordenó el artista. Ella encontró los chocolates y preguntó “¿Los quiere Usted?”, “No, no” contestó Gustavo, “están viejos del último Art Basel, tíralos a la basura”. Pero ella no los botó. Preguntó si se los podía llevar y Gustavo asintió. De pronto ella los vació en una bolsa transparente y se sorprendió. “Oiga, mire lo que hay acá en esta bolsa”. ¡Eran mis joyas en los chocolates! Gustavo me llamó. “¿Nina, no te acuerdas de lo que has perdido?”, “No”, respondí. Me contó toda la historia de las joyas y los chocolates y yo me reí como loca. “Luis Palomo va a venir a México, mándame las alhajas con él”, pedí. Así fue. Luis, que era mi compadre, recogió los jades y el oro y me los entregó en México. Tristemente Luis murió el año pasado, una perdida muy sentida. Yo tengo mis joyas y a cada rato me las pongo y pienso en Pigeon, su alegría, su joie de vivre. 


Otra historia es la de los cheque perdidos. El escenario es de nuevo la feria de Art Basel en Miami en los años noventas. Estábamos en el stand y llegó a saludar mi amiga Josefina Reyes-Lovio, también hoy desaparecida. Le dije a Gustavo, “me voy a almorzar con Jo, vengo en una hora y pasaré a la oficina a hacer fotocopias de los cheques”. No, parece que me demoré tres, en lugar de una hora. Gus desesperado y con hambre, él siempre tenía hambre. “Bueno”, le dije, “ahora ve a comer algo tú”. Gustavo decidió pasar primero a donde estaba el fax, en esa época lo usábamos mucho. Había que hacer copia de los cheques recibidos para tener en los archivos. Ya en la oficina de servicios generales mi colega tenía que enviar un fax a España que yo le había pedido. Ahí estaba un americano que trabajaba en otra galería. Cuando levantó la tapa de los faxes salieron a volar una treintena de cheque por todos lados. ¡Cheques en el aire! ¿Cómo? Preguntaba sorprendido el gringo. 


 

¿Quién es el loco que dejó estos cheques aquí? ¿Y las fotocopias? Gustavo recordó que yo iba a ir por ahí. Dijo, Es una loca, es Nina, la única loca. Creo que los cheques son míos. Efectivamente todos los cheques estaban dirigidos a Ninart. “Tienes que tener más cuidado”, dijo el americano aún muy sorprendido. Quien sabe cuanto tiempo habían estado en esa máquina los documentos. Gustavo los cogió y volvió al stand. No me dijo nada de momento. Más tarde preguntó “¿Nina, cómo nos ha ido, cómo van las ventas?”. “Muy bien”, contesté. “¿Y donde están los cheques?” “Ah! Acá, tú sabes que soy muy ordenada”. Entonces Gustavo pidió verlos. ¿Qué? Ay Dios, me puse como loca a buscar. Mis cheques, mis cheques y empecé a llorar. Josefina se puso a buscar también y Gustavo nos dejó sufrir un rato a ver si yo aprendía la lección. 


Después me contó como había encontrado los cheques en los faxes. Dijo que como siempre yo dejaba todo olvidado, se me perdía el pasaporte y él tenía que vigilar que yo no dejara nada por ahí. Esa es la historia de mi vida. Ahora en ARCO 2022 perdí la carpeta donde llevo copia de mis vacunas COVID, reserva en los hoteles, programa de visitas VIP a colecciones privadas, desayunos en galerías, visitas a Museos y Fundaciones, direcciones de amigos y, además, dinero en efectivo. Pero todo lo que pierdo siempre aparece. Tengo un gran Ángel de la Guarda que me cuida.


Comentarios

Entradas más populares de este blog

80 años de Juan Francisco Beckmann Vidal en Tequila, Jalisco, dedicado a Juan Beckmann y Doris Legorreta de Beckmann

Lupe Peñafiel nos reunió en su casa llena de arte

Gracias a las amigas y los amigos que me acompañan siempre: hay que vivir bonito