Madrid V. Alina Pedroso me invitó a la fiesta de Lincoln Fontanills, todos bailamos y estuvimos felices
Miguel Soler-Roig, un grosero de marca mayor
Me gustó mucho ver a Alina Pedroso, principalmente porque me dice “Ninucha”, sí, como siempre de chiquita en Cuba, mi familia y amigos. Tantos y tantos años de no oír ese nombre. Mi mamá, que era burlona, decía que yo tenía tres amigas: Elenita la más inteligente, Corinita la más bonita y Maguita la más rica. No mencionaba a Alina, porque Alina “was a given”, es decir, no necesitaba mención, desde siempre en el panorama. Nuestros dos padres eran cercanos e indispensables, iban a los mismos colegios nacionales e internacionales (Choate y Yale), tenían los mismos gustos, valores y metas, pensaban igual, iban a los mismos clubs y las mismas fiestas. La diferencia única, los antepasados: mientras los Pedroso eran aristocracia criolla y representantes del gobierno colonial, los Menocal propietarios de plantaciones, se alzaron, lucharon por la Independencia…ya después de la República, (1910 por ahí) todos se juntaron y se casaron, bueno, eso lo dejo así.
El caso es que Alina supo que yo estaba en Madrid y me invitó a una fiesta en el precioso departamento de Lincoln Fontanills, guapo empresario de camiones de transportes, coleccionista de arte contemporáneo y su esposo Damián Díaz. El lugar lleno de arte, orquesta fenomenal y gente divina con la que reconecté, María Mestril, quien fue amiga del desaparecido, siempre extrañado y querido artista Ulises González, Rosina Gómez Baeza, que dirigió durante 20 años la feria ARCO en Madrid y con quien yo cenaba a menudo, invitadas ambas por Plácido Arango; Jaime Nualart, gestor cultural, Embajador de México en Tailandia, India, Egipto, Secretario Cultural de la IILA (Organización Internacional Italo Latinoamericana), Cristina Vives, galerista cubana.
También conocí a Olatz Schnabel, diseñadora de muebles, productora-directora del documental Patria o Muerte que trata sobre los nacidos antes de la Revolución de 1959 y que caen en cuenta de que, en Cuba, “Patria” significa “Muerte”.
Otra noche me hizo una grosería marca mayor Miguel Soler-Roig, esposo de la linda Eugenia González Cortés, ésta hija de América, mi amiga. Estábamos invitadas Liliana, Cordelia y yo a un club La Gran Peña, Gran Vía 2, elegante como decir España profunda; yo vestida en jeans de Alice & Olivia, así que regresé a casa a ponerme algo más refinado. Ya, muy arreglada en la puerta para salir, llamó Liliana, no vengas, Miguel acaba de quitar tu lugar en la mesa porque llegó el Presidente de una Empresa de Electricidad. Contesté, bien, con la condición de que digas “esto es una grosería marca mayor”. Así lo hizo y parece que ellas se solidarizaron conmigo, Liliana, Cordelia y Vero González.
Gracias a Dios que como si nada seguí a Calle Cuevas 24, Galería Artizar, a ver la obra del escultor canario Carlos Nicanor, con galerías en Miami, Madrid, Lisboa y Tenerife. Mi obra “De la carne al hueso, del hueso al alma” habla de esa parte física que tenemos y vamos desgastando, el cuerpo humano, y esta otra, “Silence”, que son tacos de madera, trata de la parte interior donde intentamos encontrar el silencio, convertimos la pieza en una caverna para poder sumergirte dentro…
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