Madrid III. Con Liliana y Cordela fui muy feliz en Madrid, con Laurence Debray, Hija de Revolucionarios


En el Thyssen Bornemisza, la exposición de Marcel Proust que tanto me gustó 

Días deliciosos en Madrid invitada al departamento que alquilaron Liliana Melo de Sada y Cordelia Cortés, amigas adoradas, indispensables. Conversamos mucho, compartimos, convivimos. Las amigas son importantes. Fuimos a comer con Laurence Debray, escritora, 49 años, petite, bonita, vestida informal como yo, Liliana y Cordelia de Chanel, frente a La Galería de las Colecciones Reales, que está al lado del Palacio Real. Laurence, hija de Régis Debray, guerrillero e intelectual francés, y la antropóloga venezolana Elizabeth Burgos, escribió en 2018 la premiada biografía de sus dos padres, Hija de Revolucionarios. Sus padres de familias ricas en ambos continentes (Europa y Sudamérica) eran Fidelistas y hasta creían en el asesino del Che Guevara. Régis se unió a la guerrilla en Bolivia en 1967 cuando fue detenido. Seis meses después cayó el Che y Debray acusado de haberlo delatado. Estuvo en la cárcel 4 años, de regreso a París fue asesor de Mitterand y Elizabeth Burgos su esposa, directora de la Maison de l'Amérique Latine... 


Laurence, solitaria, vivió en Cuba de pequeña en un campamento de las juventudes comunistas; siguió a Sevilla, La Sobornne y al London School of Economics. Admiradora del Rey Juan Carlos I de España ha escrito libros y documentos sobre él. Vivió en Dubai mientras trabajaba cerca de “Su Majestad”, ahora en Madrid. Uno cambia en la vida, ¿no es así? Todas, Liliana, Cordelia, Laurence y yo continuamos al Thyssen Bornemisza a ver la exposición Proust, cuadros que ambientan los libros de Marcel, En busca del Tiempo Perdido, Por la parte de Swann, Contra Sainte-Beuve, La parte de Guermantes, Por el arte de tiempos pasados, a veces en colaboración con el músico Reynaldo Hahn, también amante de Proust durante dos años, y amigo posteriormente. Vimos obras de Claude Monet, Pierre August Renoir, Degas, Reinaldo de Madrazo, Lucie Lambert, Édouard Manet, Henri Fantin-Latour, Camille Pissarro, Raoul Dufy, Jean-Antoine Watteau, Jean-Baptiste-Camille, Georges Stein, Johannes Vermeer y Hubert Robert.
 


La muestra trató de la vida de París de la Tercera República (aproximadamente entre 1890 y 1920) y describe la pintura, fiestas, teatro, música, así como los amores, sexo, engaños, celos, política y guerra alrededor de la "clase ociosa”, que Proust analiza con crueldad, cariño y siempre con ironía. La moda apasionó al escritor, vimos el abrigo de la duquesa de Guermantes, seda de, hilo metálico, tafetán, tela moldeada, estampada y teñida, cordón, cuentas de cristal, satén y crepé, ¡una joya! 





Proust pudo gozar en dos breves ocasiones, en 1900, de su adorada Venecia, que visitó con su madre. Una de sus obsesiones venecianas: la cúpula de la iglesia de la Salute a la entrada del Gran Canal, y las pinturas de Turner de difusa luz, en las que era difícil distinguir el cielo de la tierra. Las máquinas, coches y aviones, fascinaban al novelista. Su secretario, chófer y amante, Alfred Agostinelli, murió en Antibes en 1914, accidente de aviación, muerte que lo llevó a la desesperación. Asiduo lector de Las mil y una noches y entusiasta de los Ballets Rusos de Diághile, Proust de pronto se interesó en la pintura simbolista de Gustave Moreau. En esta muestra que tanto me gustó, porque he leído la obra de Marcel Proust, recordé mucho a los queridos amigos Pepe Pinto y Lou Villegas, ambos amantes de sus libros.



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