Recuerdos de Brasil cayajabo, corazón de Changó, corazón de mar, lo más preciado


Regresar a otra vida mejor, Señor ilumina mis decisiones 

Como me gustó estar en Brasil, 10 días hermosos de colores verde y azul, intensos, pasionales, recordando un viaje anterior de hace muchos años, cuando yo era periodista. Ahora de regreso soy promotora de arte contemporáneo, visité la 35 bienal de Saõ Paulo. Como me gustó la ciudad de edificios apretados, muy altos, mirando al cielo, ciudad de helicópteros, ciudad del Parque Ibirapuera con su pabellón de exhibiciones el Oca como le dicen porque refiere las viviendas indígenas, diseñado por el genio Oscar Niemeyer para formar el complejo cultural y arquitectónico. En el MAM, Museo de Arte Moderno, están las fotografías de Claudia Andujar (Suiza, 1931), que ya habíamos visto en el MUAC de la Ciudad de México y también en el Amparo de Puebla. Claudia se identifica con los Yanomami, sus sueños, su tierra, su cultura, sus espíritus, su cosmología, sus ancestros, sus fantasmas. Son los chamanes quienes aguantan el cielo gracias al xapiri (espíritu), y el xapiri quien vive y muere defendiendo la foresta. 


 


Está también en el MAM Saõ Paulo la colección de arte del poeta brasileño amigo de todos los artistas de Europa, Ismael Nery. Vimos obras de Max Ernst, Braque, de Chirico, Miró, Picasso, Jesús Soto y Lucio Fontana. La biblioteca me recordó la del MAM de México que recuperó Natalia Pollock. Esa noche fuimos a cenar a Le Tartine, Bistrot francés bien ambientado, agradable, en Rua Fernando de Albuquerque, cerca de mi hotel en Avenida Paulista. Luciano, payaso de profesión, nos invitó después al pequeño teatro Cemitério de Automóveis, bar, arte, diversión pura con el elenco, baile y baile. A la mañana siguiente fuimos a una aldea de Guaraníes, habían muchos perros sueltos, gallinas y polluelos, foresta rica, pueblo pobre. Las mujeres producen artesanías y de eso viven todos. Me regalaron un collar de cuentas blancas y negras de donde colgaba un cayajabo, corazón de Changó, corazón de mar. Fue lo más lindo y lo más preciado de este viaje a Brasil, lo perdí en el avión de vuelta a México. 

 



Antes de regresar comimos en la carretera, un puesto típico de arroz, frijoles, costilla y salchicha; compartí con un perro negro, callejero, que me recordó a Tachito, el Tachito de mi vida que me hizo amar a todos los perros. Otra vez en Saõ Paulo caminando por Jardim America entramos en la Paróquia Nossa Senhora do Brasil, iglesia de barrio que me encantó, íntima, acogedora, más que preciosa con murales portugueses en blanco y azul, pinturas en el techo y la oración que me hizo querer regresar a otra vida mejor. 

"Senhor, 
Que esta vela que eu acabo de acender seja luz, e que me ilumine em minhas dificuldades e decisões 
"Que seja fogo para que Tu queimes em mim o 
egoismo. orgulho e impurezas". 
Que seja chama para que Tu aqueças meu coração e 
me 
ensines a amar". 





Volvimos caminando por casonas muy grandes y banquetas arboladas, muy parecido a Las Lomas de Chapultepec. Esa noche cenamos en el restaurante que más me gustó, también en R. Fernando Albuquerque. Buenísimo el pescado con palmitos y puré de espinacas en el Mestiço, y por supuesto la caipirinha.

 

Comentarios

  1. Que bien que nos tengas tan enterados!! Y tu te ves mas guapa y luego mas guapa

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