Mariana Castillo Deball en el MUAC, narrativas precolombinas, dedicado a la memoria de Teodoro

Hipótesis de un árbol como las telas de flores psicotropicales

Un espectáculo visual lo de Mariana Castillo Deball, en el MUAC, artista mexicana que vive desde casi siempre en Berlín. Formatos muy grandes, me encantó el Códice Humbolt/Códice Azoyú en baldosas de tierra cruda. Son registros de tributos en textiles y oro que pagó la Montaña de Guerrero, región de Tlapa, al imperio de Tenochtitlán entre 1461 y 1521. ¡Han pasado 500 años desde la caída de la ciudad azteca y siguen vigentes las negociaciones entre pueblos indígenas y poderes externos! Otra pieza que me gustó, la que parece serpiente de colores y se llama Tonalpohualli, son tiras de aluminio perforadas. Me llaman la atención algunos de los títulos de obras, como ¿quién medirá el espacio, quien me dirá el momento? o tienes tiempo de hacerte presente a otros ojos; recuerdan los nombres que selecciona Juana Martínez, artista autodidacta, campesina de la sierra de Michoacán: ¿de dónde nace la oscuridad?, su caja de luz en blanco y negro que asombra a todo quien la ha visto. 






Ir al MUAC es un placer para mí, por varias razones. Primero, recuerdo al genio mexicano, Teodoro González de León quien levantó esta construcción impresionante y minimalista con ventanales y muros de cristal Saint-Gobain, suelo de vidrio donde se flota y enormes salas de roca; segundo, es un museo mundial, de los mejores -he estado en los grandes museos y el MUAC no se queda atrás de ninguna forma-; tercero, es increíble ver arte rodeado de terrazas al aire libre con reserva natural, naturaleza y humanismo. Podría añadir que Ciudad Universitaria es preciosa, un regalo y joya en la Ciudad de México que conforma el campus de la Universidad Nacional Autónoma de México, orgullo de nuestro país a pesar de lo que cuenten ignorantes como el Presidente; CU en el sur de la capital está cerca del Pedregal, por eso sus rocas negras volcánicas, su drama, flores y vegetación. Además, es Patrimonio de la Humanidad. 

Hipótesis de un árbol me refirió a las telas jardines psicotropicales de Cristina Ochoa, impresas con vaporización de plantas medicinales, trueno, pirul, ruda, pericón, cola de caballo, eucalipto, bugambilia, cempasúchil, hibiscos, ciprés, romero. Por algo los y las artistas son soñadores, creadores, fantásticos, seres humanos sensibles, melancólicos, divertidos, inteligentes, instintivos…Hay libros perforados en base de madera de Mariana, estos me recuerdan a los que hace muchos años mostré en la San Miguel Chapultepec de Carlos Aguirre; su trabajo esencial para el arte contemporáneo mexicano en los últimos 30 años. Artista conceptual siempre a la vanguardia, que rehusó repetirse a sí mismo, agarró materiales, lenguajes y formatos raros, siempre experimentando. Padre de Carlos Amorales pero lo supera como artista, abuelo del biólogo Jonás. Esos libros que presenta Mariana Castillo son de Carlos Aguirre desde hace años; por cierto comí con él en restaurante peruano de la Roma, el Yakumanka. Muy rico pero me enfermé porque tengo estómago nervioso y no tolero cremas y salsas. 

Hipótesis de un árbol, 2016. Frotagges de fósiles en papel y tinta



 

Habían como unos tótems, columnas de cerámica que seguramente nos querían descifrar algún secreto y narrativa de las culturas ancianas, quizás canadienses. Cocodrilo piel de los días es el rótulo de la pieza principal de Mariana Castillo Deball, paneles de madera grabados en el piso de la sala enorme. Amarantus, exhibición de la artista mexicana/alemana en el MUAC, hay que ir. Y mientras, yo sigo caminando, ahora por Paracaima en las Lomas; hay casas hermosas, otras que parecen prisiones. En Auvernia había un garaje abierto con esculturas de Georgina Farías, muy psicodélicas. Un perro color canela clara recibía en su portón.



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