Todas las vidas, aventuras únicas en el tiempo, dedicado a Carmelita

Lloro por el abandono en el Luxemburgo, tal vez lloró María de Medicis 

La detestable Covid, mi linda Carmelita está hospitalizada, campesina de Real del Monte, Hidalgo, hija de 75 años de Anita, nana de mis hijas. Carmelita, una mujer muy dulce de pocas palabras. Todas las vidas son únicas, la de ella una experiencia tan plena como la de cualquier gran personaje; sencilla, las cosas más simples son siempre las mejores. Pienso en tí. Ahora me entero que tu hijo Daniel también estaba hospitalizado, murió. Ay, cuando despiertes lo sabrás. Mi tía Conchita de 103 años nos dejó también, ella porque tocaba. Desde su casa de Red Bank, New Jersey, veía a lo lejos. Quiero irme a la Calle G, pidió, en el Vedado, y de ahí a Varadero. Que venga Ramón el marinero. Posiblemente ella ya está allá, caminando de la mano de sus hijos, mis primos, por las arenas blancas. El mar azul turquesa, días felices de sol y sal. En la Ciudad de México hace frío, llueve, hielo en el alma. Vámonos atrás, a los días del Palais Royale y el Hotel Meurice, en el eterno Louvre. 

Caminaba 13,000 pasos al día, dos horas y media activa, claro que no de un jalón. Paraba a comer el omelette con o sin queso y la ensalada con vinagreta y mostaza de miel. Plaza del Louvre donde encontré, qué alegría, estructuras escultóricas de gran formato del artista español Juan Garaizabal, mismas que expuso en mi galería, macetones franceses de hierro del proyecto Memorias Urbanas. Llegué a rue de Rivoli, era el cumpleaños de Juan Luis Morales, artista del dúo Atelier Morales; bouef bourgignon y tarte tatin. Él y Teresa Carolina Ayuso traerán a México, Gallery Weekend, reportaje del silencio en la ciudad de luz; en los peores días de pandemia, mayo 2021, prohibido salir más allá de 1 km de la casa y solo durante 1 hora. De suerte que viven en el centro. De repente iban en bicicleta para esperar la buena luz y lograr el reportaje de París sin gente. A pesar del día del Trabajo, 1 de mayo y día de la Victoria, 8 de mayo. Nadie y nada, desolación en las calles del corazón. 

Entré en el Hotel Meurice, guarida de Nazis y donde nació físicamente mi tía Helena Johnson en 1922; en Saint-Germain l'Auxerrois, iglesia medieval de la época merovingia (655), construida poco después de la muerte de San Germán de Auxerre. Seguí al fantástico Palais Royal construido por el cardenal Richelieu (1585 – 1642), donado al rey Luis XIII y hogar del niño Luis XIV. Ahí vivió Felipe I de Orleans, hermano chico de Luis XIV; más tarde Luis Felipe II de Orleans convirtió el palacio, jardines, galería y teatro en lugar de moda de la sociedad libertina parisina de la década de los treinta del siglo XIX. Después de los saqueos de 1848 y de la comuna de París 1871, el Palais Royal pasó al rey Jerónimo Bonaparte durante el Segundo Imperio, fue parcialmente incendiado por la Comuna de París. Hoy alberga los Concejos de Estado y Constitucional y el Ministerios de Cultura además de la obra escultórica del minimalista abstracto Daniel Buren, Les Deux Plateaux. Me emocioné mucho al ver esta instalación de líneas blancas y negras. 

Siempre de regreso a casa, mi refugio en el Jardín de Luxembourg, ahí lloro. Por el abandono, a veces la soledad y los poemas de Rimbaud. Arthur Rimbaud, el poeta debía vivirlo todo, sufrirlo todo. Visité múltiples museos: el Carnavalet en Le Marais dedicado a la historia de París desde los orígenes hasta hoy, sobretodo La Revolución francesa; D’Orsay con Van Gogh, el Louvre y Leonardo, finalmente Musée Picasso, el que más sentí, recorrido de 45 minutos, convergencias entre Picasso (1881 – 1973) y Rodin (1840 – 1917), obras maestras de dos genios que abrieron la vía al arte moderno.