Cena con Françoise Bernard elegantísima, amiga muy querida en el 18éme
Fernand Léger y contemporáneos en Musée de Luxembourg, cerca del famoso Café de la Mairie
Difícil dejar París, saber que ya son los últimos días, ¿verdad? Con Teresa Carolina comí en La Grille, recordaba la Tarte Tatin de ahí que tanto me gustaba. Al lado nuestro una traductora joven de pelo castaño largo y ojos azules, yo me preguntaba cómo sería yo si hubiera tenido ojos azules. Tere se fue a su casa y yo en el hotel empecé blog, trabada con la historia de Marcel Proust. Mejor me bañé y me maquillé. Ya vestida para la cena, a caminar un poco a la izquierda por ahí, pasé por el Bon Marché Rive Gauche en rue de Sèvres. Más adelante taxi a Avenue Georges Mandel, barrio muy elegante en el 18ème, departamento de Françoise Bernard, amiga queridísima de mi Mamá, mía y de mi hermana Ilia. Me hizo una cena preciosa con Sabine Jouve, Eva Ericksson y Natalie Le Vert. Salmón sueco con blinis, ensalada César. Centro de mesa de Tane, candelabros de Ortega, saudades de su tiempo como esposa del Embajador de Francia en México.
Último día. Musée de Luxembourg a ver obras de Fernand Léger, Niki de Saint Phalle, Yves Klein, Gilbert & George, Keith Haring, etc., ellos se creían Nueva Vanguardia pero eran refrito de Marcel Duchamp con objetos cotidianos como sujeto de las piezas. Me cansé. En la tienda compré el Beaux Arts. Cuando lo leí más tarde, entendí que eran creadores importantes, todos tenían la idea de que el arte podía cambiar la sociedad. Pues sí. Además, fue una época muy rica culturalmente. Léger tenía atelier en Montparnasse donde se unió a Robert Delaunay (junto con su esposa Sonia Delaunay -a quien copia Gabriel Orozco- fueron pioneros del arte abstracto), al escritor y poeta Blaise Cendrars y Guillaume Apollinaire, poeta quien dio el nombre al surrealismo. En 1940 Léger se embarcó a Estados Unidos, huyendo de la Guerra, no regresó a Francia hasta 1946. Finalmente, en 1960 se fundó el Museo Fernand-Léger en Biot, Alpes Marítimos, dedicado a este famoso artista del siglo XX.
Ese último día estuve en la Saint-Sulpice a saludar a la Virgen, luego desayuné en Café de la Marie, mirando la Place Saint-Sulpice. Un café muy especial que todo el mundo conoce, con rica historia. Ahí se reunían Albert Camus, Ernest Hemingway, F. Scott Fitzgerald y Samuel Beckett, figuras de la “generación perdida”. Luego seguí a las tiendas del barrio para compras de última hora. Por fin acabé de empacar. A caminar, pasé por la joyería Fabrice de 33 rue de Bonaparte, compré collar negro. Regresé al salón Alexandre, atrás de la iglesia, a lavado y peinado. Ahora estoy en la salita de mi hotel escribiendo un blog.
Terminé el blog en la Sala VIP de Aeroméxico, Charles De Gaulle, me gusta ir a la ducha ahí. Muy sabrosa. Luego cené lentejas negras, salchicha, verduras hervidas y champagne. El vuelo tan cómodo como siempre, ventana donde gano espacio. Ya no cené, dormí 5 horas en la cama y llegué al Benito Juárez, Ciudad de México. ¿Dónde está mi perro? grito de madrugada al llegar a Casa Alpes. Colmillo bajó corriendo a recibirme, está muy flaquito. El pobre estuvo enfermo dos días en hospital, de gastritis. Dormí un poquito y a desempacar las 4 maletas y la java. Ahí puse algunas cositas en el altar de mi oficina, un pollito de porcelana que compré en París antes de salir y una cucharita del vuelo a México. Me maquillé y me vestí para salir a comer con Emilia, Alina y Carolina, mis hijas, muy guapas las tres. Yo estrené zapatos bajos de Zara, incómodos, medias a mitad de pantorrilla de Tabio y rebozo de Carolina Herrera.
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