Madrid II. Extraño a Colmillo, mi perrito recuperado y escapista

El horno no ha sido apagado desde hace siglos  

El primer estudio que visité en Carabanchel fue el de Javier Garcerá, artista valenciano de 56 años, casado con Julio (que no tiene nada que ver con arte) y tiene un perro llamado Metta. Éste siempre lo acompaña, – porque– dice Javier –es maestro de la atención sosegada, con su mirada silenciosa me enseña, me acoge y me ampara–. Pienso en mi Colmillo y lo extraño, mi perrito recuperado y tembloroso que es escapista. Estando yo en Madrid huyó de Casa Alpes, en Las Lomas de Chapultepec. Al fin regresó, cosa que le agradezco. Regresando al artista, dice que pinta muy lento porque “tiempo y atención son el tema y la materia prima de mi trabajo”. Las piezas son bodegones rojos y casi abstractos sobre seda roja. Originales, las miro con tranquilidad. Dejo atrás la incertidumbre de la calle, los ritmos de la feria contemporánea. Luego al museoVon Thyssen, muestra de Lucien Freud que gocé. “¿Qué le pido a una pintura?”, se pregunta el maestro, y contesta él mismo: “Le pido que asombre, perturbe, seduzca, convenza”. Él pintaba de pie, rostros que siempre piensan, preocupados. Retrato de su amigo David Hockney, del movimiento británico Pop Art, quien vendió en la subasta de Christie’s “Portrait of an Artist” por 90 millones de dólares (Nov. 2018). Y desnudos de carnes blancas. 

 

Lucien Freud (1922 – 2011), uno de los artistas figurativos más importantes de la actualidad, fue surrealista hasta la Segunda Guerra Mundial. Después se concentró en retratos en cueros. Nieto de Sigmund Freud, padre del psicoanálisis y figura grande del siglo XX, Lucien huyó de Berlín con sus padres en 1933, cuando tenía 11 años. Ya en Londres fue gran amigo de Francis Bacon (1909 – 1992) británico de la deformación y ambigüedad pictórica. Con su primera esposa Kathleen tuvo dos hijas, con la segunda Caroline, nada y con la pareja Bernardine otras dos, luego cinco hijos con Suzy Boyt y otros cuatro con Katherine Margaret McAdam. Sus temas son las personas “no por lo que quisieran ser, sino por lo que son”, afirma el artista. A veces aparecen con su perro Eli. Otra vez recuerdo a Colmillo y a mi Tachito ya desaparecido. Ví la pintura del barón H.H. Thyssen-Bornemisza que heredó su hija Francesca, ella, a su vez, acaba de donarla al museo. Interesante notar que en toda Hispanoamérica sólo hay dos pinturas de Freud, están en el MUNAL de mi Ciudad de México. 

 

Otro día fui ala Papelería, espacio expositivo en Calle San Mateo 12, lugar muy pequeño. Adentro, como en un clóset, la obra Atar a la Rata del artista venezolano Javier Téllez, que gusta de atmósferas siniestras. El video de una rata en blanco y negro. No entendí mucho, aunque curadores del nivel de Magalí Arriola, Directora del Museo Tamayo, dijeron que era sugestivo. Llevé a Sandra Ramos, amiga adorada y una de las artistas cubanas más importantes de la Generación de los 90s, a comer a Botín. Está en una cueva -planta que baja cuatro pisos- de la calle de Cuchilleros, junto a la Plaza Mayor de Madrid. Casa Botín figura nada menos que en el libro Guinness de los Récords como la hostería más antigua del mundo, fundada en 1621. Catalogado como local número tres en los imprescindibles de la revista Forbes, su horno es el mismo de siempre, nunca ha sido apagado ni durante la Guerra Civil Española o el Coronavirus de 2020.