Tuve gran suerte de colarme en el grupo de amigas, dedicado a ellas y a Liliana

 

Mami soñaba en morir junto a mi padre, así fue

Liliana, una mujer muy generosa y agradecida, dice Ruth. La más noble del mundo ¿qué dije? Pregunta América, se lo repito. Eso es, afirma con alegría. Generosa, amigable, amorosa, soy amiga desde chica, asegura Cata. Yo no, explica América, la bon-vivant del grupo, no la conocía pero sentía que era parte de mi vida. Era más chiquita que yo, siempre la defendía. Después sí, supe quien era y yo decía: no la critiquen porque los mato. Según Sonia, Liliana se preocupa por todo el mundo. Compasiva y generosa. Ya ves, dice Ruth, todas repetimos lo mismo, generosa. Su hermana Blanca opina además: Valiente, fuerte, trabajadora. Buena hermana y buena amiga, una mujer proactiva, añade. Podríamos seguir pero solo comentaré lo que es Liliana Melo de Sada para mí: incondicional y protectora. Me escucha, oye lo que digo. Luego me mira con sus ojos que cambian de color del ámbar al amarillo y verde, y sonríe. Sus consejos son siempre sabios. Ahora el aniversario de Liliana en Acapulco, con Federico, primer amor desde los 15 años, y con sus amigas de la niñez y adolescencia. ¡Qué suerte tuve de colarme en un grupo tan solidario!



 

Las amigas, diez años menores que yo, me acogieron. Todas divertidas, hacen viajes juntas cada año. El último a Dubai donde se disfrazaron de pies a cabeza con abayas con el collar largo de perlas por afuera. Ruth es regia como las demás, un encanto, buena y soñadora. No te preocupes tanto, le dice Liliana, ya sé que te gusta preocuparte. Está casada con un Capitán de aviación, pero sus tres hijos son del primer y segundo marido. Dice soy feliz con mi gordo. Muy cariñosa, sabía que yo estaba triste y estuvo todos los días pendiente. 


Diana en este momento no está trabajando; hasta recientemente fue directora de Relaciones Publicas de El Palacio de Hierro de Monterrey. Me contó su admiración por Alberto Baillères, gran empresario y ser humano especial y sensible. Diana es muy guapa y sin modestia. Vestida preciosa hasta en la alberca con zapatos Prada que compró en todos los colores. Cordelia es la empresaria self-made, híper trabajadora, que construye edificios y diseña proyectos importantes, decorándolos completamente. Hermosa con piel de porcelana y ojos iluminados en color de mar, vestida en chiffones que volaban al ritmo de ventada. 



Hay viento en Acapulco, frío. De día nos tapamos con las toallas de rayas azules, blancas y rojas. A cada rato un pequeño temblor, sí claro, lo sentimos. Pero no importó, seguimos baila y baila bajo la luna creciente. Llegaron Esteban, diseñador de los vestidos de Merle Oberon y Liza Minelli, y Felipe, cantante de opera, amigos de toda la vida. Por un rato se nos olvidaron problemas, pesares, amores y desamores. Fuimos contentas. En las mañanas Sonia, atleta de alto rendimiento, triatlón por muchos años; Paty, dedicada a bienes raíces, petite de figura, mujer interesante y callada con hija y nietos en Australia; Cata, dulce, partidaria, eficiente, mamá de su Mauricio, y yo, salíamos a caminar al Revolcadero por Playa Diamante de alto oleaje. Gozamos la bruma, miramos los pelicanos, gaviotas; escuchamos la oleada; advertimos la sal, peces y arena del mar… Respirando vida, pensé en los seres que más quiero. Extrañé a los que ya se fueron. El 4 de abril de 1982, hace 40 años, mis padres estaban comprando plantas y flores en Morelia. Cargaron la camioneta y salieron por San Juan del Río hacia la casona colonial de Lomas Altas en Ciudad de México. No llegaron. Murieron juntos como siempre soñó Mami.





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