V. Talentosa y bella, Hilda dejó a 3 hijos, dedicado a los huérfanos, víctimas de la violencia en México


Una pietá en el cementerio Colón, legado de la gran escultora Rita Longa 

Tantas cosas terribles pasan en este país que he estado como espectador esperando que me sucedan a mí. Ya me tocó en carne propia, asesinato. Hilda, de cuarenta años, la nieta mayor, la consentida de Amelia mi nana adorada. Talentosa, muy bella, la ascendieron de puesto en Zacatecas, Estado de Zacatecas donde trabajaba. Le estorbó a alguien y mataron a Hilda. Así se resuelven las situaciones en México, sí, país violento y cruel. Los hijos de 19, 14 y 6 años, huérfanos de padre y madre, al padre le tocó la misma suerte unos años antes. Demasiada tristeza. ¿Ahora? ver qué será de los niños, que les llegue la herencia materna, un seguro de vida. El cielo está gris, de cualquier forma tenemos que seguir. Con lo simple, las caminatas, el trabajo, amigas y amigos, familia. Los esfuerzos de cada día y con estos las pequeñas alegrías que brotan del dolor. Yo sigo escuchando a Mozart, traduciendo La Libreta de los Errores al inglés, mandando el Art of the Day y el Look of the Day en redes, caminando como Forrest Gump por las calles de mi ciudad y acariciando a Tachito, mi perro dulce, recuperado. También leo bastante. 


Me hace falta el sol de Cuba. Y las puestas de sol frente al Malecón, los paseos en coche por Miramar, la Quinta Avenida, la visita al Museo Nacional de Bellas Artes. Está la muestra maravillosamente curada por Laura Arañó de Rafael Zarza, con sus bestias enfurecidas “que embisten de frente al espectador” como escribe ella. Toro guerrero, toro erótico, toro lúdico. Premio Nacional de Artes Plásticas 2020 las tauromaquias de Zarza. Me encantaron las obras y quiero una para mi colección personal. En el Centro Cultural de España, frente al mar, la exhibición de Agustín Bejarano, el narrador que pinta. Fue Maikel José Rodríguez quien nos habló de su carrera como pintor, escultor, grabador y dibujante de preocupaciones humanas. Traeré esta muestra a la Ciudad de México en marzo del 2022, para “escuchar el silencio y el eco de lo invisible”. 





Entre los restaurantes hermosos de las últimas noches, La bodega de la reserva, una casa del Vedado restaurada por arquitecto español con jardín de espacios íntimos y entrañables. Luna llena en la noche misteriosa, ¿qué traerá?. Otro paladar, Los Mercaderes en La Habana Vieja, en la calle del mismo nombre que ha sido adoquinada y es casi igual a la original del siglo XVIII con la inigualable arquitectura colonial. Una casona de varios pisos que perteneció a familia con una hija. Escaleras de mármol, herrería negra, pisos de losas típicas de la época. Las mesas en ventanas dan a la calle mientras un trio lleva a cabo su repertorio. Polito y yo comimos el mejor atún recién pescado y un postre especial de muchas calorías. 




De vuelta a casa pasamos por la Plaza de San Francisco, iluminada en su esplendor nocturno. Desarrollada mirando al puerto de La Habana en el siglo XVI cuando los galeones españoles atracaban ahí en su paso por las Indias. Restaurada a fines de la década de los noventa con adoquinado irregular, luce la Fuente de Los Leones de mármol blanco; la Terminal Sierra Maestra de donde parten barcos rellenos de turistas; la Lonja de Comercio con su cúpula y la estatua del famoso Caballero de París fuera de la iglesia, personaje que en los años 50 deambulaba conversando con los vianderos, antes de que lo hiciera como él, Eusebio Leal, Historiador añorado de La Habana. A la mañana siguiente fuimos al Cementerio Colón que con sus obras escultóricas y arquitectónicas es uno de los más importantes del mundo, quizás después del de Siena. La portada principal es de 21 metros de alto y 34 de ancho, de mármol de carrara, y con estatuas de la caridad, la fe y la esperanza representadas. 

Busqué las tumbas de mis abuelos Menocal y Johnson. No las encontré y el personal de archivos tampoco estaba para orientarme. Pero en la avenida principal del Cementerio estaba el mausoleo de mi tío Guillermo Aguilera, papá de Guillo el primo que no olvido. Tío Guillermo no está ahí, murió y fue enterrado en Palm Beach. Pero dejó una bellísima escultura de Rita Longa (1912 – 2000), pietá en mármol de carrara blanco contrastando con las losas negras que encuadran el espacio y donde se reflejan los árboles y las nubes.

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