III.Si miras al cielo verás un mar de colores y oirás la luz de la música


III:
Cultivo una rosa blanca 
en junio como en enero 
para el amigo sincero
que me da su mano franca
Y para el cruel que me arranca 
el corazón con que vivo 
cardo ni oruga cultivo cultivo 
la rosa blanca 

José Martí

El mar siempre el mar, antes de regresar de Varadero voy a Kawama, a las casas que dan a la playa, y también al mar de adentro, frente a la calle, los muelles ya no están. Las puestas de sol me emocionan. No tomes fotos dice un artista, solo mira, solo goza. El sol rojo, naranja. Se va hundiendo en la mar, las nubes de Cuba retroceden. “Adoro” de Manzanero, yo te adoro vida mía. Dormí como nunca, desperté a las 7:20 pero cerré los ojos y hasta las 9:50. Antes de salir a la playa un muchacho de ojos claros entró al cuarto a reponer la botella de agua. Son los chicos malos de Cárdenas, el pueblo cercano, que van a gritar consignas a La Habana en contra de la Libertad. Un día precioso de mar caribeño cubano, de transparencias y colores pasando por verde pálido, turquesa, azul cielo, verde esmeralda, blanco de olas, azul oscuro. Y las nubes de Cuba, las más hermosas, el cielo azul, azul y azul oscuro devolviendo mar, siempre mar. Arenas blancas interminables donde en mi infancia sentí seguridad, alegría de respirar. No puedo creer en la belleza de esta playa una vez llamada Dupont donde anclaban el Onsito de pesca y el Ninucha de esquís; días de privilegio inimaginable, días privados, días de familia. Occidente Arenas Blancas, un hotel en lugar de mi casa y una palma desgarbada al frente. “Como han pasado los años, como han cambiado las cosas” dice la canción ¡y sí!


El Pelícano en la marea como Rey del paisaje, su pico largo y plumaje blanco, símbolo de sacrificio y resurrección, alegoría entre ave y Cristo. Tres pescadores en las rocas como barco. Desayuné en “Aurora” el restaurante Premium de este resort cubano, fruta y quesos como todos los días, pan dulce y café con leche, todo hay aquí aunque en la Habana no hay nada y las colas son interminables. En la mesa de al lado una rubia, creo que rusa, come pancakes y huevo frito, atrás la rusa bajita de pelo amarillo, gorda y el negro azabache, muy negro, más que el carbón. Alto y delgado. Regresamos a La Habana, hasta pronto mar de colores y transparencias, arena fina de felpa clara. Esa noche banquete en La Guarida, icónico paladar de La Habana Vieja, palacio donde se filmó Fresa y Chocolate, mejor película extranjera de los Oscares 1994 con Jorge Perugorría, Vladimir Cruz y Mirtha Ibarra como actores, basada en el cuento de Senel Paz, El lobo, el bosque y el hombre nuevo. A la entrada en la pared, la silla donde cenó una vez la Reina Sofía de España. ¡Qué merito de los dueños Enrique y Odelys quienes empezaron en el pequeño departamento donde vivían y poco a poco compraron todos los del edificio de cuatro pisos, ahora con varias terrazas y lugares para oír música, cantar, bailar y mirar la luna, estrellas y noches oscuras.



 


Oscuridad espléndida de ensueño, tabacco y daiquiris en un palacio rescatado que una vez perteneció a un medico antes de convertirse en solar y llegar a la degradación. Luna llena. Comimos un arroz con calamar riquísimo y bebimos Oporto; después subimos a oír el mejor jazz de nuestras vidas de la joven banda Real Project, variedad de jazz, funk y world music. La música es como “un suceso inagotable, de contiguos hallazgos”, dice alguien en el público. Jóvenes inquietos los de la banda conocida y aplaudida en Cuba, no, no es jazz clásico, es música libre de distintos linajes y tradiciones, sabrosa, rica, divina. Enrique Caballero es el fundador, productor brillante, acompañado por Ruly Herrera (batería), Rafael Aldama (bajo) y Robertico Luis Gómez (piano) ¡Una locura! Gracias a la vida.

Comentarios

  1. Me encantó tu escrito, y me refrescó casi todo lo que me contaste cuando nos vimos enl La Habana .Un abrazo

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