Ana Torfs artista en el MUAC, con tierras soñadas por Cristóbal Colón, dedicado a la curadora Pilar García

Corazón de América, hierba seco y carrizo, recuerdo del gran artista que fue el cubano Juan Francisco Elso 

Ana Torfs, artista belga, es un verdadero regalo en el MUAC. Unas grandes pantallas en sala oscura, bosques en blanco y negro, sueño de Cristóbal Colón que cambia en efectos ópticos e ilusiones. Ensamblaje extraño y fantástico. Algo parecido, pero mejor, a lo que vi hace poco en París, La Amazonia de Sebastiao Salgado. Y eso que el brasileiro Salgado es considerado como el mejor fotógrafo del siglo XXI además, Premio Príncipe Asturias de las Artes. La obra de Torfs se ha mostrado en museos mundiales, ésta la primera vez en América Latina. El MUAC, museo mundial del arquitecto Teodoro González de León (1926 – 2016) en el Centro Cultural de la UNAM, es el primero público dedicado al arte contemporáneo. Inaugurado a fines de 2008, el impresionante edificio de techos altísimos alberga obras producidas de 1952 en adelante. 

Su arquitectura maravillosa con jardines interiores y exteriores lo convierte en uno de los más hermosos y orgullosos lugares de esta ciudad. La construcción de hormigón blanco y gris, acero, cristal y aluminio tiene un gran pórtico inclinado y cubierta de vidrio, su minimalismo contrasta con edificios circundantes de los años setenta del Centro Cultural. MUAC, elegancia y sencillez. Luz natural ilumina las salas, sin sombras. 

Antes de entrar paseamos en coche por la reserva ecológica, todo el verdor en su esplendor, olía a lluvia, aire fresco, plantas y flores silvestres. Lugar de cultura, lugar del sur, sala de conciertos, teatros, cine, espacio escultórico, Universidad a la vanguardia en el pulmón de las artes. Cien del MUAC presenta la colección del museo con obras relevantes de artistas contemporáneos imprescindibles en la historia del arte reciente. La grandiosa titulada Cascada, de Marta Palau, lleva el textil a la escultura en formas corporales de mujer; pliegues y dobleces como genitales aunque ambiguos. Desde el techo cae y vuela al piso la tela en nódulos afelpados “como río de espermatozoides”, expresa la artista. Palau llegó a México en 1940, republicana española y desde entonces mexicana gracias a Lázaro Cárdenas que dio nacionalidad a refugiados del franquismo.

Erick Beltrán, con su Atlas Eidolon, fotografías de personajes públicos que conocemos, hace un tipo de escultura visual y de diagramas del gobierno de EPN (2012 – 2018). Su belleza aterroriza. El fotógrafo peruano Roberto Huarcaya, fundador y director del Centro de la Imagen, revela in situ imágenes monumentales, instalación “Amazogramas”, especie de mapa de lluvias con luces y siluetas de la fuerza de la naturaleza en la selva de Reserva Nacional Tambopata, sur de Perú. Tania Candiani presenta una máquina de escribir en desuso con narraciones de literatos, su interés por la historia oral y reminiscencias. Carlos Amorales con Drifting Star, cientos de piezas de plexiglás negro caen del cielo como espejos oscuros o pájaros en astilla, refiere las cascadas de cristales como nubes luminosas en el ataque a las Torres Gemelas del 9-11. Mientras Santiago Sierra quema departamentos ¿en la Roma? o paga a 133 personas para que se tiñan el pelo de rubio y a 8 para que se escondan en cajas de cartón. Ese Santiago Sierra que Taiyana Pimentel puso en el mapa artístico desde el Tamayo y que con Sandra Ramos se perdía en el Centro Histórico donde invariablemente les robaban las pocas pertenencias a ambos. 

Me encantó Cayó del Cielo en honor del Santo patrono de Chalma, de Graciela Iturbide, ángel o mujer anónima que camina recogiendo el vestido y el Corazón de América de hierba seca y carrizo, parte de la instalación La Transparencia de Dios, del cubano Juan Francisco Elso (1956 – 1988). Este fue esposo de Magali Lara y a quien conocí en su visita a México en 1986 con Pepe Bedia y Rodríguez Brey, allá en la casa de Montes Himalayas. Los tres artistas formaron la primera vanguardia cubana de los años ochenta en su acercamiento a lo afrocubano y a la cultura indígena mexicana. Corazón de América iba a exhibirse en el Carrillo Gil junto con El rostro de Dios y La mano de Dios, pero al morir el artista fue reconstruido en el mismo museo en 1990.