En Sicilia días inolvidables, junio 18 y 19 (dedicado a mi amiga Taiyana)

“Jamás vuelvo a ver una piedra más” y “nunca he rezado más en toda mi vida”

Dentro del Templo de Segesta estuve reflexionando, llegó la Policia, Taiyana pedía perdón
            Rosa, artista y amiga regresaba esa tarde a Madrid y temprano fui por Tai, directora de museos, curadora y amiga. Pude manejar por fin mi coche rojo rentado; durante la estancia en Palermo Rosa lo tenía secuestrado y el GPS que ponía nunca nos llevaba exacto a dónde íbamos. “Es que soy muy desconfiada” había dicho, “tengo que manejar yo”.
           
Felices a las 8:00 am Tai y yo estábamos en una carretera hacia Segesta, yo iba manejando y hablando con mi Virgen morena reina del mar de manto azul. Llevé siempre una estatuilla de ella bien embalada para desempacarla y colocarla cerca de mí cada noche. En poco más de dos horas estábamos en el solitario templo de Segesta, antes rodeado de verde vegetación Mediterránea. Se pierde tiempo con la cantidad de turistas, hay que dejar el coche en un parqueo, ir en bus a comprar los tickets, hacer colas bajo un sol quemante; yo furiosa con la globalización que ha permitido el turismo en masa a través de las nuevas tecnologías, más altos estándares de productividad y profundos cambios sociales…

            ¡Que magia brota del majestuoso templo dórico del s. V a.C.! ¿De dónde salieron estos griegos antiguos o siracusanos que lo construyeron –sin acabarlo- pero que sigue en perfectas condiciones después de más de 2,500 años?
            En medio de la estupefacción causada por el sublime panorama sobre la cima del Monte Barbaro, quise saber que sentían los griegos dentro de esa grandiosidad rodeada de columnas.  Traté de esconderme por la parte de atrás, logré burlar la valla de seguridad y pararme en el centro del espacio completamente vacío, respiré profundo, miré hacia el cielo de un azul intenso con muchas nubes y caminé despacio los 26 metros de largo. Atrás las montañas. Fue un momento de epifanía.
Llegó la policía, nos quería llevar a Tai, por haberme tomado fotos adentro del templo, a mí por haber entrado. El lío terminó con nosotras pidiendo dulcemente perdón y la policía tomando fotos de nuestras identificaciones.
Fotografía tomada por Taiyana, yo saludando

            Otra vez el bus, tickets y colas para ver el teatro griego de los siglos IV – III a. C., solo que ahora Tai dijo “ni una cola más” y se metió hasta adelante, yo la seguí. El teatro está completo, ubicado aún más alto que el Templo. Se cree que fue reconstruido por los romanos después de su destrucción por Agatocles, un “Darth Vader” que llegó de África (Cartago) y mató a todos los ciudadanos varones, vendiendo a mujeres y niños como esclavos.

Esto es lo mejor que he visto, –dijo Tai y nos sentamos en el graderío central para mirar la vista desde el Monte Barbaro y reflexionar con exquisita melancolía sobre el pasado de esta ciudad.


Teatro griego, lo que más le gusto a Taiyana, Segesta
            





Decidimos no ir a Selinunte porque Tai dijo que ya había visto las ruinas del acrópolis de Atenas, y no quiero ver más piedras tiradas. Además su Chamana le había pedido que se sumergiera en el mar de pies a cabeza para quitarse las envidias y malas vibras de encima –De una vez te metes tú también –me dijo, cosa que me pareció lógica.
            

Otras dos horas más manejando por carreteras en mal estado, sucesión de curvas y cuestas empinadas y mi loca copilota gritando ¡Cuidado con los sicilianos, son un peligro al volante!. 
            Llegamos después de comer riquísimo en el camino a un airbnb en Agrigento que creíamos era hotel, pero no, una familia vivía en ese departamento decorado con muebles y plata antiguos; la señora nos mandó a una tienda para comprar bikinis y algo para encima, las telas eran de mala calidad y mi vestido se rajó enseguida. Por fin estabamos en la playa famosa llamada “de Los Turcos” de acantilados blancos increíbles. Bajamos muchas escaleras a la playa, como toda una montaña. Cayó la tarde y había mucho frío, no pudimos bañarnos en el mar. Heladas cenamos frente al mar y vimos una de las noches más lindas de Sicilia.

Noche Siciliana en la playa de los turcos
            
 día siguiente después de empacar y desayunar mal en el airbnb nos fuimos a El Valle de los templos. Fueron más de dos horas bajo un sol insoportable y directo. Tai se me perdió y yo me perdía por las pasarelas entre un templo y otro. 
            Eran 7 templos griegos monumentales hexástilos–seis columnas en fachada y pórticos dóricos- en zona sagrada construidos durante los siglos VI y V a.C. en la parte más alta de las montañas alrededor de la antigua ciudad Magna Grecia. Visité todos, Hera, de la Concordia, Zeus Olímpico, de Herackes, de Hefesto, de Asclepio y de los Dioscuros.
            –En mi vida vuelvo a ver una piedra más –aseguró Tai cuando la encontré, esa frase se convirtió en su lema, y el mío ya había sido definido como “nunca he rezado más en toda mi vida”.

En el valle de los templos Nina y Taiyana, capitel que emerge de las ruinas del templo de Júpiter Olimpico
            
Almorzamos frente al mar antes de seguir manejando, ahora le tocaba a Taiyana y yo la perfecta copilota. En tres horas estabamos en la Piazza Armerina y la Villa Romana del Casale de la que tanto nos había hablado mi hija Alina.
            De afuera se veía como una casa, quizás grande. Nada que ver con lo que iba encontrando paso a paso. Todo me asombraba, un cuarto y otro y otro. Quería que mis ojos retrataran lo que veía y miraba con intensidad. Eran mosaicos romanos en el piso, de los que había visto en el Pergamonmuseum de Berlin, pero en todos lados, los largos corredores, salón del Circo, Sala de La Pesca, Sala de las Diez Jóvenes en Bikinis, Gran Vestíbulo, dormitorio del dueño, baños antiguos. Recorrí la planta baja y después los pisos de arriba desde donde se veían los detalles de las obras de arte, mosaicos realizados por artesanos norteafricanos,  galerías de columnas de mármol, frescos y paredes pintadas y escarapeladas. Eran narraciones de la vida y mitología de estos señores dueños de la Villa Romana del Casale, edificada en los siglos II – IV a.C. y llegando al máximo esplendor entre el siglo IV y V d.C.
            –Esto era una palacio de los narcos de entonces –dijo Taiyana.
            Salimos a un patio con columnas y estuvimos calladas, yo gozando mi respiración. Tai manejó otras dos horas hasta Ortigia, una isla y fortaleza de Siracusa fundada en el año 735 a.C. Encontramos el Domus Mariae, hotel administrado por monjas frente al mar. El cuarto 105 era de techos altos y precioso. Fue un día perfecto.

Mosaicos que adornan los pavimentos y paredes de esta extraordinaria villa romana
Piazza Armerina

Comentarios

  1. Dedicado a Taiyana Pimentel, Directora de museos, curadora y amiga

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    1. Nina tu cronica llena de vivencias y alegria de vivir me hicieron vivir contigo ña experiencia de La Magna Grecia.

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    2. Quel voyage superbe et merci pour le tour guidé dans votre blog!

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  2. Sicilia es maravillosa y tan antigua que en cuanto llegas te das cuenta que es una tierra marcada no por siglo si no por milenios de culturas. Me encantó leer estos días de descubrimiento maravillosos, recuerdo mucho esos sitios que describes tan bien y comprendes todavía mejor!

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