Los gatos le cuentan de su día a la preciosa Estelita

Tequila, chocolates y píldoras en el avión, fiesta en la Embajada británica 

1. Estela, una mujer preciosa con 20 gatos, se me olvidan los nombres. Vive en Ecatepec, calle arriba, hace 4 horas al trabajo de ida, y 4 de vuelta, cuando llega a casa las mascotas le dan la bienvenida, coro de miau, miau. Recientemente perdió a su hijo de 36 años, un dolor demasiado profundo, inexplicable. Luego a su madre. Estoy sola, no puedo más. Le digo que hay que seguir, siquiera por los gatos. Dice que tiene a los dos recién nacidos, que en el cuarto del hijo va a hacer espacio para todos. 

Estela tiene el pelo corto, color amarillo como un pollo, ojos grandes cafés, labios carnosos. Es querida. Vive en Ecatepec, como ya mencioné, 4 horas para llegar a su trabajo en Las Lomas de Chapultepec. Entra a las 9 a.m., aunque siempre llega un poco tarde. Una locura la fila para el autobús de Auditorio al Caballito de Reforma, 4 horas de regreso a casa, la reciben en la puerta sin pavimento, por lo menos ocho gatitos. Todos miau miau, le cuentan de su día. 


2. A La Habana con miedo, miedo al infierno, a los mosquitos, al Dengue, miedo a la basura en cada esquina, comunismo que no cede, policía, gobierno, burocracia, corrupción. Ahora en vuelo Aeroméxico, 2F, tequila con hielos. Una entrada antigua, del 28.11.24 jueves. Desayunamos a las 8.30 a.m., ya no quiero pastelitos de guayaba, me caen mal. Al pasaporte, Atención a la población de migración, con una mujer encantadora. A la Embajada mexicana, 7ma y 12, casa que fue de Nicolás Alejo, abogado de La Polar, amigo de Abuela. Saludar a Roberto Peña Cid, de vuelta caminando en sol a casa, 5466 pasos, 3.9 km. Compramos fruta y verduras. Ducha rica, ahora Donis va a cocinar espagueti con verduras, aquí yo siempre tengo frio y Donis calor. 

  

3. Siesta de dos horas, fabulosa. ¡Dormí! Un rato escribiendo diario en libreta amarilla. Con Donis a ver a Choy, el arquitecto famoso -su hija, él no estaba- Julia murió. De ahí al mar, ver atardecer. Cenamos en Sushi, yo ensalada César con camaroncitos y Mojitos. Caminando viendo casas. Mansión de Enrique iluminada, dueño de La Guarida, ahora a leer. 10, 433 pasos hoy, extraño a Polito, pero no me estoy comunicando. 

4. Llegué a La Habana, 4.12.25, busqué maletas y ya me iba, cuando entendí que había dejado los tequilas y chocolates del Duty Free, 200 dólares costaron. Un personaje amable dijo, espérame aquí, voy por tus pertenecías. Oh, sorpresa, regresó, además, con la bolsa de mis píldoras, también olvidadas, no hubiera podido dormir. A ver, comenté, le voy a regalar un chocolate. Bueno, casi se vuelve loco. Rómpelo, rómpelo, pidió al ver el plástico del Duty Free. Saqué el chocolate, para mi bebé, el hombre feliz. ¿Cuántos años tiene el bebé? Veinte, contestó. 


5. Entramos a la ciudad entre palmeras. El Meliá Cohiba del Vedado, hotel de tantas batallas pasadas, tantos amigos, coleccionistas, tantos recuerdos. Lleno de arte, pinturas de Agustín Bejarano, fotografías de Donis Dayán, cajas de luz de Rancaño, Ranca, que ya te fuiste, ya no estás. Y una galería de arte que da a la piscina. Hotel reformado, está hermoso por dentro, afuera es un mastodonte. Cuarto con vista al mar y al Malecón. En la noche fiesta en la Embajada Británica, mansión que perteneció al banquero Pablo González de Mendoza, con piscina interior. Divina la casa, los cubanos siempre exageraron. 



Fue rentada primero en 1940 a la URSS, y después de la expulsión de los soviéticos, restaurada. Ahora, desde 1954, residencia de los embajadores de la Corona Británica.

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