Tania Libertad en el Cocotal de los Guiness, estrella mundial
La invitación al Jardín Botánico de Acapulco, un tesoro natural
Llegó Liliana del frío, de Aspen, Colorado. Como si nada dijo vamos a la Playa. Allá fuimos a Tres Vidas, la intención era caminar. Pronto nos encontramos a Billy Guiness saliendo de las olas, el mar azul fuerte, cielo claro. Quisimos entrar al Cocotal a darle un abrazo a Lucy Gómez de Parada, su hermana Gaby acababa de dejarnos. Lucy ya sin hermanas, Paty hace un rato y ahora Gaby. Estaban sus hijos con ella, Pedro Armendáriz Jr. y Federica, casada con Alex, dueño de El Charro. El Charro a su vez es compañero de caminatas de mi Colmillo, por las tardes en Parque Vía Reforma, aquí en la Ciudad de México. Perdón, regreso a Acapulco, a aquellos días de sol, días felices. El mar lo cura todo. Billy con su super Nikon captando imágenes de Tania Libertad, ganadora del Grammy Latino a la excelencia musical y tantos premios más. Pronto cayó el sol en una línea de colores naranja.
Ya en la casa Karibú regalé a cada una de las amigas un puro habanero, de la mejor marca Cohiba, que había traído de La Habana. Cordelia Cortés no perdió la oportunidad. El día siguiente, Domingo, las creyentes fuimos a la Cruz de 42 metros de altura, en la cima del cerro Guitarrón. Al lado las manos de bronce de Carlos y Jorge Trouyet Hauss, que apuntan al cielo. Los hermanos murieron en 1967 sobre el Pacífico. Iban a ser ushers en mi boda, amigos queridos, las primeras pérdidas de mi vida. La capilla por dentro es bastante fría pero hermosa, con su ventanal triangular de ónix verde-amarillo.
Esa noche cena en Tres Vidas, con Yolanda Santos de Hoyos, fundadora del Ballet de Monterrey, coleccionista de arte mexicano, contemporáneo y mundial, amante de definitivamente de la música clásica, adorada amiga de hace muchos años. Ella apasionada mujer sin miedo a absolutamente nada, empresaria, visionaria, dueña de vastos terrenos en el campo de Club Tres Vidas. Mamá de Federico, David, Alberto, Yolanda y Marcela, abuela y bisabuela de muchos Garza Santos.
Ahora caminando por las arenas de Diamante, donde está el hotel Pierre Marqués que tantos recuerdos del alma me trae, de ahí hacia Playa de Barra Vieja, como para el aeropuerto. Solo 30 minutos y regresó, al sol, me gusta. Veo edificios en candela, mal construidos y otros muy bien, como los PlayaMar de Manolo Arango. Algunos de estos departamentos sufrieron por los vientos de Otis, que llevaban refrigeradores hasta albercas o el mar. Otros quedaron intactos. Pero el edificio al lado de PlayaMar I, parece hecho de papel, agujeros por todas partes. Quién sabe si los cóndomos quieran recuperarlo.
Es año nuevo, todas vestidas de lujo, las once de casas Karibú y Kalypso. Flautista, discursos de optimismo y esperanza, mesa preciosa de flores blancas y velas, uvas, fuegos artificiales verdes y rojos, México, colores de la bandera. Los días siguientes tuvimos invitados a cenar y fuimos invitados a cenar. Los amigos son importantes. Nos reunimos con Diana Siller, la hermosa, y Rodrigo Elizondo en su casa nueva de Las Brisas, grande y minimalista. Manolo en Mabruk nos sirvió Dom Perignon, ¡qué locura! Con Esther Pliego y Hugo Salinas Rocha en Shangri-La de hace 30 años, cenamos un rico Curry, delicia de la India. En el Zibu de Susana Palazuelos bailamos y bailamos, la comida se veía riquísima pero yo siempre a dieta. Con Esther también visitamos el Jardín Botánico que está en pleno resurgimiento. Sus lemas son Adopta el ritmo de la naturaleza, su secreto o la paciencia; No hay mejor diseñador que la naturaleza, y Permite que la naturaleza te enseñe.
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