Artista y amiga sin igual, Betsabeé Romero tomó la casa, ¿estás despierta? Preguntó


Preocupada por las mujeres, la violencia, migración, mestizaje y el movimiento 

Betsabeé Romero, sus llantas que seguro recuerdan la migración, tema que aparece una y otra vez, aquí están en Casa Alpes, junto con el maíz, nuestro oro. Tomó la casa y preguntó si yo, al despertar, todavía iba a reconocer mi espacio. Sí claro, llena de sus obras maravillosas, llena de flores y olores, llena de arte y de saber. Árboles en bronce que señalan un camino, árboles enigmáticos con sus sombras que maravillan a todos los que miran estremecidos, espejos que reflejan quienes somos en un mundo de pandemia, mundo misterioso y cambiante, vochos ecológicos que contaminan, un perro en el desierto y el carro con manto de la Virgen; la palma de la Glorieta de Reforma y Niza, ella, icónica y alta, magnífica, Un Oasis en el Desierto de la Ciudad. Siempre con suerte, Betsabeé pudo subir al edificio de la Bolsa y tomó la foto desde arriba. Pinturas del Covid, de nuestra era, mazorcas que nos marcan como país, papel picado de la historia del arte, música sobre ruedas, tapices con serpientes. Buzos que buscan otra orilla esperanzadora, aviones y peces, rosas rojas y verdes. 




Un gozo trabajar con Betsa, diálogo con la casa a través de las obras, movilidad, mestizaje y migración. En la biblioteca yo viajo hacía mí misma, reviso mi imagen, así los espejos de vehículos y de seguridad, reflejo del reflejo de la persona. Feminicidios de Ciudad Juárez en los retrovisores, mujeres de las maquiladoras, solas en la calle sin protección, video a través de los espejos. Miedo en el alma, miedo a la injusticia y violencia, miedo a ser mujer. Las acompañan sus rezos, por eso las flores en el vestido de la Guadalupe. Otros espejos más recientes, trabajos a partir de la pandemia que se mueven, o este que es un sol por atrás, buscando un nuevo amanecer, dice la artista. Todos los espejos llevan iconografía relacionada con el Naufragio de Occidente, ese que llegó a su clímax cuando el pequeñísimo virus secuestró a un planeta. Pues hay que pensar en lo que los seres humanos hemos hecho de nuestro entorno, nos vemos en los espejos esmerilados de Betsabeé Romero. ¿Quo Vadis? 




Las fotografías icónicas de los vochitos “ecológicos” en Condesa, la palma en la glorieta de Niza y Reforma, el carro en la frontera de San Diego-Tijuana. Obras que salen en catálogos importantes. Se habla de ritmo, repetición y motivos, de la técnica también, entendimiento del espacio, discurso personal e inclusivo. Por ejemplo, círculo con el papel picado siempre refiere a la comunidad, fiestas mexicanas, tradición, cultura, patria. Y luz con sombra pintada sobre pared, dibujo diferente al contorno. Iconografía prehispánica y colonial, formas y símbolos. Sus obras son tan misteriosas como evidentes. Cosmogonía esperanzadora, valores asociados a la tierra que respetan al planeta. Betsabeé y yo tenemos historia, ella llegó de París donde estudiaba y, en México, yo recibía a artistas cubanos, fuimos testigos una de la otra. Recuerdo A Betsa con Danae en brazos, allá en la galería de la calle de Zacatecas, en la Roma. Betsa en su taller, casa de su mamá, donde íbamos las amigas a tejer flores para alguna instalación. 




Una mujer llena de vida, alegre, innovadora, preocupada por las mujeres, problemas sociales y globales. Preocupada por cambiar las cosas, llegar a la otra orilla. Sobre todo buena amiga. Está cuando tiene que estar, le duele lo que a mí, goza conmigo. Se viste preciosa con sus escotes, enseñando piel suave, sensual. Pelo largo negro y ojos que guardan secretos y que también sonríen. Artista y amiga sin igual.

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