Parte I . Sigo sufriendo por palestinos y acapulqueños, y leo sin parar



Letters to those I love, la belleza de lo imperfecto y los güijes del bosque

La vida sigue su ritmo paso a paso, día a día. Doce palestinos más mueren cuando tanques israelís rodean el Hospital Indonesio, en el norte de Gaza; el “anarco-capitalista” Javier Milei es ahora presidente de Argentina; Volodymyr Zelensky sigue luchando por Ukrania, y, en México, asesinan a tres soldados del Ejército, emboscada en zona de disputa entre carteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación. ¿Yo? Sigo leyendo libros, escribiendo blogs y la Historia de la Galería, haciendo yoga, caminando por Parque Vía Reforma con mi perrito Colmillo, visitando museos, sufriendo por los Palestinos y por Acapulco y reuniéndome con amigas y amigos. Sueño y espero, sueños y esperanzas que son secretos. Comemos muy bien en el Corporativo Cuervo, Juan, Lupe y Fito, la Chacha, Manolo, Joel y yo, abulón fresco, salmón con pasta al Pesto y Alcachofa, Gelatina de Frutos Rojos, y si tenemos suerte salimos con una botella de Leyenda o Dobel.  Voy a clases de Literatura, sea con Pilar Valles que se enfoca en el libro en sí o con Tere Ponce la que habla de la obra y también de tiempos históricos y geopolíticos en que esta se desarrolla.



En Casa Alpes presento una exhibición como ninguna, preciosa. Es fresca, huele a bosque y pinos, arbustos y Castaño de Indias; hay hojas, huevos, troncos, Güijes o duendes, animales de la selva, estrellas, noche, fantasmas, oro. Laurie Litowitz, artista norteamericana que vive hace muchos años en Oaxaca, “el mejor lugar del mundo”, dice, después de pasar tiempo en Francia, Italia, Yugoslavia, Holanda y España. Sus materiales son orgánicos, papel japonés y otros, todos bordados a mano por ella misma. Escribe sobre las piezas poemas que nos emocionan, Letters to those I love. Ensamble con cactus seco sobre fotografía y rocas que vuelan en el aire, retornan en sábanas usadas. Sueños de verano e invierno. Sueños siempre y nidos, tres pájaros en ramas negras. Después de la pandemia un día soleado.

 

Leticia Vieyra nació en Ensenada, Baja California del Norte con casa en la selva de Chiapas; es médico pediatra, pero eso era mucho antes. Ahora dedicada a obras de arte recatadas de la Naturaleza, intervenidas, registros de cortezas de árbol. La conocí un día de casualidad, ahí en el Museo de la Ciudad de México con esculturas en papel amate, alas enormes, tronco humilde encontrado entre el mar y la laguna, piezas que dan serenidad, ensamblajes de esqueleto de nopal. Todo natural. Los marcos se integran a cajas de luz, se hace la magia. “Retomar la naturaleza que está en vías de degradación” es el espíritu wabi-sabi, la belleza de lo imperfecto. Una hoja no es hermosa por verde, sino porque se ve su esqueleto, explica Leticia. Trabaja con deshechos y fragmentos, no modifica, agrega. Una pieza nace de los esqueletos de hojas de magnolia y flota volando, intervenida con grafito y lápiz de carbón. Frágil, frágil, papel amate desgarrado a mano papel, fuego, viento y cenizas.




Trabajando en las calles de México, César Núñez, del Grupo Suma, después la obra encontró hogar permanente en el MAM de la Ciudad de México, el Centre Pompidou de París y el IAGO de Oaxaca. Habla francés y alemán, intelectual de la cultura; expone en Alemania, Suecia, Dinamarca, Canadá y Estados Unidos. Dibujó un tótem y moscas gigantes en el Muro de Berlin. Aquí, sus pinturas y grabados que cuentan la historia de venados, perros, dragones, peces, lagartijas, garzas, flamencos, patos, hormigas y los siempre duendes de la foresta.

Continuará...


  


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