La vajilla preciosa con flores verdes y rosa y el mejor ceviche del Universo

 

Tocábamos timbres y pegábamos chicles en el elevador que olía a pipí 

Yo sigo en Acapulco, está fatal la situación, un desastre aquí, pero estoy viva y espero que una semana me pueda ir pero tengo que llevarme a mis cinco gatos, no sé cómo. Ruby De Witte. 

Las historias de Acapulco pueden ser de todos quienes vivimos nuestras vacaciones desde niñas en Hornos o el Revolcadero y años después en el glamour y las fiestas o en Armando’s Le Club. Muchas memorias luminosas de antaño. La pena de la tragedia la compartimos. Muy preocupada por el doloroso proceso que tienen que pasar: la reconstrucción de sus hogares y de sus almas. Crisitina Alcayaga 

La verdad es que no tengo mente, mi infancia está en Acapulco. Carolina Rocha 

Eras periodista y todo el día trabajabas, trabajabas, trabajabas, luego bajabas, te asoleabas, trabajabas, trabajabas, ibas a esquiar, salías a correr, luego había que desayunar papaya y huevos, por eso odio los huevos. Emilia Rocha 

Todo tan triste, tan triste, que quieres que te diga, es mi infancia, me acuerdo de Los Cocos y luego de Playamar con mis hijos, que nos invitaban Manolo principalmente y Julie; Teo y Andrés aprendieron a nadar ahí, y luego renté un departamento de una Santos, un febrero entero, fui feliz, los niños chiquitos. Alina Rocha 


Eran unos relajos, diversión constante en Los Cocos, tú te ibas a asolear en el muelle aquel y nosotros hacíamos desastres, corríamos y bajábamos por las escaleras, tocábamos timbres, pegábamos chicles, tu ibas con los jovencitos Gaby y Palafox, Carlos y … cantaban canciones religiosas yo tengo un amigo que me ama, que me ama, se llama Jesús. Íbamos con Anita y con Pecos a la Granja que era una jungla, íbamos por los mangos, una selva lejos, no estabas en nada que tenía que ver con esa playa. Íbamos al Princess y nadábamos en una alberca de sal, luego en mar abierto que era tenebroso, enormes olas y se supone que teníamos que sumergirnos o torear la avalancha. Mar abierto muy salvaje. 



Otra vez rentamos una casa de medio pelo en Las Brisas; nos horrorizamos porque el refrigerador estaba en medio de la sala. Nos fuimos a Las Brisas, al hotel, a buscar otra opción, el corredor que conocía a todo el mundo logró la casa en Pichilingue a la que fuimos dos años, Casa Perrusquia. Y otra, Casa Alta muy bonita en la parte de arriba de las Brisas. La rentamos. Mi papá era roomie de Chris pues no me dejaban dormir con él. Una Navidad fuimos todos a un departamento que nos prestó Manolo y a Chris lo mandamos a dormir al jacuzzi. Alina Rocha 



Todas las navidades que pasábamos ahí en Los Cocos, me divertía muchísimo con los niños de nuestra edad. Hacíamos travesuras, nos subíamos en el elevador que olía a pipí y tocábamos por todos los pisos. Me acuerdo de ti esquiando por la bahía entera, te ibas a nadar, luego te asoleabas con la cara tapada. Siempre trabajabas. Nos obligabas a salir a correr temprano contigo. Un Año Nuevo ahí estaban mis abuelos, dormíamos un montón, Mariana, Carlos, no sé como cabía tanta gente. Era un departamento donde se comía el mejor ceviche del Universo. La vajilla preciosa de flores verdes con rosa y los cubiertos de bambú. Iba a visitar a mi Papá Grande para que me prestara el coche, cuando años después yo me quedaba en Las Brisas en casa de Vero González y en la de atrás de los Brittingham, arriba del América. 



Fui muy feliz en ese Acapulco, la verdad. Íbamos caminando al Club de Yates, tenía junto a mis amigos lancheros. También al Club de Pesca que era ese hotel que un buen día dejó de funcionar, me regalaban piñas coladas y nos bajaban mangos para hacerlos enchilados. Tú nos llevabas a excursiones, al Princess, al Pie de la Cuesta. Escondías los huevitos de Pascuas en Casa de los Corcuera. Lugares preciosos. Luego ya con mis hijos chiquitos en la Casa de Pichilingue. Eugenia diciéndole a mi papá la que manda eres tú. En otras épocas cuando tú te ibas y se dormía Caridad nos íbamos al Baby O. Emilia Rocha

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