Marie Thérèse Hermand de Arango, 1948 – 2022, Generala de la Cultura Popular

Pienso  que sin ti la vida se me hace más plana. Quiero decir, aburrida, vacía. Eres controladora, terca, las cosas son blancas y negras, nada de grises. Siempre tienes la razón y se hace lo que tú dices. Sabes lo que quieres y no cejas hasta conseguirlo. Por eso construiste palacios de tus sueños. Generosa también eres luz, ocupas los espacios por donde entras. Te ríes, te carcajeas. Tienes un encanto especial. Te sigo y los demás también. Llegaste a los 16 años, para quedarte. Te robaste al mejor, Manolo, al que todas hubiésemos querido. Sí, eres tremenda. Seguro se te subió a la cabeza y por eso andas tan orgullosa. Pisas fuerte. Ah! Pero eres hermosa y cuando quieres, cariñosa. Ay, Teresita, cómo te extraño, cómo te quiero. El Museo de Arte Popular es tu casa, ahí tu alma, lo mejor de ti. Lo hiciste para compartir con todas y todos. ¡Y cuánto trabajo te costó!  

 –       ¿Cómo andas por allá arriba?– pregunto 

–        Feliz. Me gusta rebotar en las nubes. 

–        ¿Con quién estás?

–        Por el momento sola. 

–        Mejor. Con tu carácter fuerte, a veces brusco, podrías espantar a algunos espíritus. 

–        Así soy.  

A Teresita quizás no la entendían, especialmente las personalidades más “mexicanas” que no son directas, que prefieren dar la vuelta a cualquier situación. Suavizar, como quien dice. Según nuestro poeta Octavio Paz ,”Viejo o adolescente, criollo o mestizo, general, obrero o licenciado, el mexicano se me aparece como un ser que se encierra y se preserva: máscara el rostro y máscara la sonrisa.” Ella no. Al contrario, era 100% honesta y perseverante, aun si no caía bien. Teresita obligaba a quienes tenía en la mira para donar a la construcción de su Museo, el MAP, Museo de Arte Popular. Lo logró. Un gran regalo, al fin, para nuestro país, los ciudadanos y visitantes del mundo. Pienso que quienes la conocimos estamos agradecidos de su amistad. Y hemos aprendido de ella. Eso de decir la verdad aunque duela. El esfuerzo sin límite para obtener resultados. Mujer fuerte que se hace presente dondequiera que esté.   

Antes era una estación de bomberos en la calle de Independencia, un edificio Art Decó, muy hermoso, en el corazón de esta gran ciudad. Teresita -o Marie Thérèse, como le decían los demás- lo convirtió en palacio para celebraciones icónicas. La Noche de los Alebrijes es esa cuando lo fantástico se hace real y hay magia en las calles de nuestra ciudad. Desfile de figuras gigantes que crean artesanos con imaginación irrefrenable y pintura de colores. Los alebrijes originalmente aparecieron en el barrio de La Merced en 1936. Fue Pedro Linares, artista que fabricaba piñatas, máscaras y Judas en papel maché, quien les dio el nombre. Un día Diego Rivera y Frida Kahlo vieron las figuras formidables en Cuernavaca y se pusieron a encargarlas. Hoy la colección de los artistas emblemáticos está donde debe, en el Museo Anahuacalli. Fue en 1975 que la cineasta Judith Bronowski presentó un documental sobre los alebrijes de Pedro Linares, y, en 1990 este último, Linares, ganó el Premio Nacional de Ciencias y Artes.

–        ¿Ninín? 

–        Dime, Teresita. 

–        ¿Cómo están Manolo y las niñas? 

–        Todos andamos confundidos y tristes, no solo ellos. Muy tristes. 

–        Ahhh! 

–        Yo voy a extrañar tus regaños. 

–        Pero siempre te dije la verdad. 

–        Así es. 

–        Cuéntame más. 

–       Te cuento que eres muy famosa, la prensa entera te hace homenajes; eres la gran promotora cultural de los artesanos mexicanos y sus obras de arte. 

Teresita se ríe feliz, esa sonrisa tan espontánea de ella. Esa que queda en mi memoria, que no voy a olvidar nunca. Hasta pronto mi querida amiga, mi adorada Teresita.