Carolina, el payasito de su abuela

La vida es bella en el paraíso, mar, sol, cielo y nube

Agosto 2022: Cumpleaños de Carolina Rocha, mi hija. Mi mamá le decía “El payasito”. Nunca tendrás que preocuparte por El payasito, advertía. Resultó cierto. Caro es una celebridad con 343,000 seguidores en Instagram, 392,000 en Facebook y 336,000 en YouTube. Gran reportera, narradora de la vida de mexicanos humildes, hace visibles y presentes a los ignorados. Ella, Carilla, entiende la realidad de los otros, sus sentimientos, se relaciona afectivamente con ellos. Ese es su propósito. Mi hija menor y orgullo, como las dos mayores, es brillante. Compró su casa en la colonia San Jerónimo sin ayuda de los padres. Desde siempre insistí en el lema de mi abuela hay que vivir bonito. Caro pone mesas preciosas y tiene artesanías únicas, delicadas de sus reportajes en remotos parajes del campo mexicano. Caro ha peleado su puesto y lugar en TV Azteca consiguiendo el respeto de sus colegas. Con Julio Astillero tiene 20 minutos de pláticas sobre política, muy interesantes en YouTube todos los martes. Ese día de cumpleaños invitó a la familia a comer el mejor mole poblano de la vida. ¡Gracias payasito! Te recuerdo vestida de rojo con un zipper en frente, hermosa y sexy. 

Manfred, mi profe de alemán, es muy culto. Sabe de música, ópera, literatura y arte clásico. Sin embargo, yo aprovecho las clases para enseñarle arte contemporáneo. Parece que lo goza. La última vez hablamos de las obras tempranas de Piet Mondrian, que eran, oh sorpresa, nada menos que paisajes reflejados en lagos, agua. Este día tomamos la clase caminando por los parques de Parque Vía Reforma que están hermosos y verdes. Fuimos hasta donde enmarcan las obras de Adrian Burns. O quizás sea su estudio por Virreyes, bosques, cielos y mares. Se ve el reflejo de los árboles en el río. Después pensé que tenía que regresar a Acapulco, mar azul, olas, playa, arena. A caminar treinta minutos de ida y treinta de vuelta. Días de sol. Gaviotas menores que por fin llegaron a América del Norte en 1962, antes se habían paseado por Europa. 

Todos juegan en la playa mientras yo estoy bajo la palapa. Me quedo oyendo lo que dice el mar, va y viene, dice y dice. Desde las once de la mañana hasta las ocho de la noche mirando al Pacífico bravo. Grandes oleajes, espuma agitada por el viento, fuerte oleaje de alta velocidad. Retozo un rato en mi mar. No pienso en nada, me dejo llevar por las olas sabrosas, quizás peligrosas, cierro los ojos, gozo. Fueron días deliciosos de estar conmigo misma, sola. Feliz, muy feliz y tranquila. Castillos de arena que hacen los niños, pozos profundos, una tortuga, canales para que entre el agua de mar. Surf, lanchas rápidas, papalotes, palas y cubetas, salvavidas. Paraíso sin fin, amantes que se besan, padre con hijo en torso, pareja bajo sombrillas de colores, rocas al pie del Revolcadero. Si pudiera quedarme en el mar, sin pensar, sin preocupaciones, sin nada que hacer. La mar, como la llaman la gente de mar y los poetas. 

Carretillas con mojitos, o nieve de coco. Vendedoras y vendedores de bolsas, sombreros, vestidos, cadenas de plata, collares, platos y vajillas de madera pintada, trajes de baño. Masajes al lado de la orilla, oyendo el ir y venir de olas. La dulce vida que tanto hay que agradecer. Tequila con agua de coco, otro más. El pescador con su red, los Playamares ordenados de condominios millonarios. Nube en el cielo, bañistas aprovechando los últimos momentos de vacaciones. Alguien cae del paracaídas mientras una ola moja mis pies. Dos hermanas, selfie, el momento grandioso congelado para volver y volver. La vida es bella.