Que nadie te toque en los días del cólera, dedicado a la memoria de Armando Manzanero, nuestro más grande compositor

Verano de amor en las olas y el espanto del mar 

Días de pavor, casi todo el mundo tiene Covid; la mayoría sobrevive, otros no. Una epidemia que en parte ha unido a los países, seres humanos, espíritus, esperanzas, amores. Todos con máscaras, todos sensibles, todos mirando para que nadie nos toque. Luego el sistema inmune nos salva, impide que el virus ataque. Ponte a trabajar, Nina, eso es lo importante. Haz algo que sirva, positivo, mejor. Quizás el Look of the Day nos anime a todos, quizás un sueño se cumpla pronto, quizás el año traiga lo que más quieres. Una casita en el sol de Lisboa. 

 

Aquí todos estamos sanos. Es raro pero cierto. Carolina sube y baja de aviones todas las semanas persiguiendo reportajes, ella está siempre expuesta. Emilio va al trabajo diario, estuvo al lado de hermosa mujer que tiene Covid, tomó de su vino y no se contagió. Emilia entrega pavos por la Ciudad, yo camino en los parques de la primera, segunda y tercera de Chapultepec. Será aire libre, pero cuando paso cerca de otro podría inhalar la peste. Noooo, gracias a Dios no ha sido así. Todos bien desde hace mucho tiempo. 

Estuve yendo a Acapulco durante el verano, el mar me llamaba, me necesitaba cerca. Las piernas. No se como me abrí agujeros con el saca-cejas, un dolor perverso. Me quise hacer daño porque estoy herida desde que se desató la cólera. Cierto placer al sacar el pelito y ver el punto rojo en la piel, rojo claro como el de los labios, color rubí. Primero renté un apartamento con playa a los pies, mar, cielo cerúleo, olas de olor, la tierra prometida detrás de espumas y sopor. Los nietos alrededor. 

Después al Princess con Emilia y todavía al Pierre, elegante en el tiempo. El Pierre Marqués perteneció al billonario de la época Paul Getty, norteamericano. Construyó el hotel el legendario arquitecto Luis Barragán, en 1957. Allá en Playa Diamante se filmó la película de Mario Moreno Cantinflas y Tere Velázquez, nada menos que Sube y Baja que tanto me hizo reír cuando más lo necesité. El elevadorista enclenque pero encantador quien llegó de incógnito a la playa. Y ahí, bajo una palapa en la arena conocí a un guapo alemán que se amarraba un pareo verde en la cintura. 

 

Yo vestida de verde también, caminaba cerca de la piscina. Iba a desayunar sin maquillaje con el pelo recogido hacia arriba. Dos días después me llevó mate a mi departamento del cuarto piso con vista al mar. Mate, infusión con hojas de yerbas de los ríos Paraná, Paraguay y Uruguay. Después de ese sabor amargo, rico, ya no me gusta el café. Increíble pero así es esto del amor. 

El flautista de al lado tocó la novena de Beethoven, o la “Coral”, última sinfonía completa trascendental del gran músico, que es herencia espiritual de la humanidad y símbolo de libertad. ¿Qué quieren decir estos encuentros a estas alturas de la vida? ¿En tiempos de la cólera? Un momento, una luz, una flecha, una herida mortal. Para siempre marcada. Dejó una carta. Para Linda Dama em Verde, decía, espero que te guste el Mate com Yuyos que te ofrezco.