Hizo veredas a machetazos entre las matas, hierbas y espinas, dedicado a Esther Pliego de Salinas

Las Chachalacas cantan ¡Gurrah! ¡Gurrah! mientras Urracas alborotan entre Palmas, Bromelias, Helicondias y rocas

La mujer rubia de ojos de mar y reflejos de luz brillante es menuda. Se mueve rápido como venado de cola blanca entre árboles y plantas que son vida y pasión, que ella algún día soñó cuando hizo veredas por la maleza paso a paso, machetazo a machetazo. Por la montaña. Era gruesa, verde, profunda y exuberante aquella maleza. Cuidando cada árbol se formaron las sendas: laberinto sinuoso, bello como el “Para Elisa” de Beethoven.

Imagino al pianista y bailarinas delicadas como porcelanas de Meisen. Siento lo etéreo y mágico, aire puro donde las Chachalacas cantan ¡Gurrah! ¡Gurrah! y las Urracas bonitas con cola azul y copetitos se alborotan. Árboles se estremecen con el viento húmedo del Trópico, misterio y romance del Palo Mulato. Se pela precioso, mira, dice Esther, da unos colores verdes y rojos.

Ella es muy hermosa, carácter y sentido común. Fortaleza interior sobre todo, cerca de Dios. Es el centro de la familia, su eje. Sus nietos le dicen Nanny a la rubia de ojos de mar profundo, centelleantes. Ah! Su vida, su pasión, el Jardín Botánico de Acapulco que nació hace 18 años y hace 18 crece y embellece. Ella está ahí cada día, “esto así, y esto no”, dice. Era una mañana Ma-ra-villo-sa de cielo azul claro y mar oscuro.

 

La obra en el jardín incluye un gran elevador, se pensó en la gente que no puede escalar el monte, siete pisos de subidas y bajadas. Caben 12 personas, quizás 13. Dos toneladas y feria de carga. El descanso es un puente por donde se entra.

Adentro la belleza es casi oscura, hay que mirar muy arriba para ver como pasan rayos de luz. Como el Black Forest de Alemania, Schwarzwald, tiene una gran densidad forestal, algún día se le conocerá como la joya de Acapulco, lugar turístico natural.

 

Una placa de mármol enterrada en las piedras de entrada se lee así: Gracias por este hermoso jardín, valioso legado para futuras generaciones. Donación de 6 hectáreas o sesenta mil metros en la montaña, joya de Acapulco, nada tan hermoso como el Jardín Botánico a un lado de la Universidad de Loyola y de la legendaria casa de palapa del banquero inglés Loel Guiness y su hermosa esposa tapatía Gloria Rubio y Alatorre, considerada como la más elegante de los años 60s y 70s del siglo pasado.

¿Te acuerdas que te dije, cuando veníamos abriendo el matorral vimos estas rocas? Majestuosas. ¡Ah qué padre! es un paso hermoso, parece que no hay pero sí, muy estrecho. Estas son rotondas de descanso, el árbol se pegó en la roca. Bromelias cuyas rosetas echan brazos color de rosa y púrpura. Aves de paraíso con flores encima del follaje. Palma areca y palma viajera, no es palma pero da idea, aclara ella.

 

Mira, Bromelias todas, hay diferentes que dan flores los follajes. Fuimos desarrollando pedacito por pedacito, ahora está bonito por las lluvias, en tiempos de seca, pelón. Cuando hicieron la Universidad plantaron esos Ficus ahí, están enormes ya. Veo que tienes predilectos, dice Joel. La rubia de ojos azules casi transparentes sonríe delante de sus Helechos.

 

Aquí rotonda de palmas, estas son Sansivieras de diferentes tipos, la palma Africana. Es una zona muy sombreada, puse estas plantas de color Chartreuse que dan mucha luz, mira por aquí se sube al Palmetto…Este es otro estanque que hicimos nosotros, los tres, cuatro primeros los hicieron los arquitectos, pero estos ya nosotros. ¡Gracias Esther!