La Hora del Pueblo
Fue mucho tiempo de trabajo físico y emocional para Eric Pérez. Un
desafío en su carrera que determina como en adelante el artista se va a involucrar
con su obra. Eric siempre ha sido, en mi manera de ver, un intelectual. Conozco
lo que lee, lo que piensa, lo que dice. Pero el arte para él ha sido la
creación, la pintura por sí misma, el mundo contemporáneo sin definir el arte.
Lo definía la tradición clásica del siglo XIX y su creación actual sobre quién
es él mismo –su mirada, imaginación y sueños-, los elementos que añadía a su
composición, la naturaleza, la ciudad, la historia. Elementos tranquilos que
describían lo que sucede. Sin juicios, sin denuncias.
Dice el artista: probablemente nunca en mi obra había introducido de forma tan
explícita ideas y mensajes de índole política, social y cultural. No, esa no es su obra. Su compromiso es con el arte, con la
pintura en sí.
Está vivo, sus
experiencias son muchas veces oníricas y, como decirlo, “epifanías”. Si ve algo
que como flecha hiere su corazón, Eric va y lo pinta. Hiere en el sentido de
impacto, algo que lo tira como sus
paisajes en la niebla de Banff, como las imágenes de la Selva Negra que ve desde la ventana del tren y como la tormenta en el camino a Querétaro
cuando el cielo se abrió.
La memoria
privilegiada del artista guarda lo que ve, lo que vive, lo mezcla con lo que
lee, escucha y con sus ideas. Las pinturas pueden ser narrativas históricas con
algún elemento inquietante –en Nopal
blanco, el fondo es negro, y debajo del nopal están los huesos humanos-,
México se nutre de sus víctimas. No hay comentario explícito, es una pintura
muy buena con claros-oscuros. También pueden ser pinturas netamente poéticas,
como el homenaje al Dr. Atl, la pintura El
Coloso donde el volcán incandescente es fundamentalmente hermoso,
reflejado junto al cielo muy azul en un
cráter secundario de agua, y el Doctor con muletas, paseando, respirando.
Las experiencias
del artista siempre representan su mente, ya había dicho que es un intelectual.
Sigue su conciencia y la convierte visualmente en “naturaleza”, usando luz,
atmósfera y hasta temperatura en las pinturas. Un buen ejemplo es la obra Avenida Chapultepec (poniente), donde
el tráfico y los edificios de oficinas, las altas construcciones y la vida
urbana contrastan con el sutil color amarillo de cielo, sol brillante
irradiando vida y un duro clima de verano que de alguna forma es muy placentero.
Se supone que
México es un Estado Moderno, lo que quiere decir estado de derecho completo con
pesos y contrapesos e independencia de los tres poderes, legislativo, judicial
y ejecutivo. Por supuesto con libertad absoluta de prensa. En realidad México
depende del ejecutivo y no hay libertad de prensa. Los medios responden a
intereses económicos, su mayor y mejor cliente es el gobierno. En este sentido
las pinturas de nuestro artista son una narrativa mezclada, rota, de diferentes
visiones donde lo mítico y lo histórico dan un mensaje que no es real.
Por todo lo que
han sido hasta ahora las pinturas de Pérez, es difícil de definir su última
obra, La hora del pueblo. Una obra
maestra que marca un stop en su
carrera.
Si hay que volver
a empezar lo hace con esta pintura manifiesto. Sus ideas que fueron implícitas
o simbólicas ahora son transparentes, abiertas, escritas, gritadas. El pueblo
entero llega al Zócalo con sus banderas. En el fondo vemos los murales de gente
esclavizada, torturada y pisoteada. Al frente un pueblo victorioso con leyendas
“Justicia”, “La hora del pueblo”, “¿Ya fue el Estado?”, “No + neoliberalismo”, “Manifiesto”,
“Somos América Latina”, “Alto al saqueo”, “No más fraude”, “Poder Constituyente
Nacional”. Otras palabras dicen Patria, Creación, Independencia; se trata de la
fragilidad del Estado ante las realidades de la globalización y políticas
neoliberales. Surge un tema muy actual, el de los nacionalismos y las banderas.
La Hora del Pueblo
Healy pass
Hudson
El camino
Nopal Blanco
El Coloso
Avenida Chapultepec (Poniente)
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