Refugiada en Pakistán, con mirada verde clara inquietante

La Nana, edificio de principios del Siglo XX que fuera el Salón México 

La niña afgana supo mirar fuerte, un verde claro, raro, intenso de juventud, promesas y quizás miedo. National Geographic de junio 1985, ella Sharbat Gula durante la Guerra de Afganistán. Ignoro si el fotógrafo le pagó por la fama o no, si la niña era feliz o no, lo que sé es que pertenecía a la etnia guerrera pashtún y que a los 12 años la encontró Steve McCurry en un campo de refugiados en Pakistán. La retrató para la eternidad. Y la abandonó a su suerte, ni sabía su nombre. Años después, 18 en total, el fotógrafo la identificó; esta vez supo quién era y la retrató otra vez, ahora en su aldea remota de Afganistán, Tora Bora. Sharbat tenía tres hijas. Su esposo e hija mayor habían muerto ya de hepatitis. Años después, en noviembre de 2016 ella fue detenida en Pakistán por residir ilegalmente en ese país. La deportaron junto a sus hijos y tras la caída de Kabul en 2021 a manos de talibanes, Gula pudo exiliarse en Italia. 

Así, rápido se convirtió en ícono del drama de los afganos que se encontraban en guerra por la invasión de la Unión Soviética. Su vida nunca fue fácil, ha dicho que solo fue feliz el día de su boda. A los trece años empezó a practicar el purdah para esconderse de los hombres que no fueran de su familia. Es decir, ya no aparecía en público, usaba burka de color morado que la aislaba de todos y todas. Se ha dicho del retrato de Steve McCurry que sus ojos son verde mar y en su mirada, inquieta e inquietante, se puede leer la tragedia de un país asolado por la guerra. Esa es la mirada que podemos ver en el Museo Franz Meyer, donde está la exhibición del afamado fotoperiodista americano, titulada Icons. El artista prefiere la luz suave del atardecer. 

 

Antigua, Jerez, Ciudad de México, anochecer, hombre a caballo, vendedor de naranjas. Cuántas vivencias, entradas y salidas. Supe que era un retrato importante por la profundidad de sus ojos. Contaban la tristeza del pueblo afgano y las condiciones en las que se vieron obligados a vivir en las tiendas de campaña de estos campos de refugiados. Luego niño con pistola, el mundo en llamas, nine-eleven, New York, New York. 

Siempre he dicho que las amigas son importantes. Muy importantes, nos protegemos. Mercedes, Pepita, Analui, Cristina, Liliana, Marusa, Taiyana, Paloma, Sonya, Betsabé, Mookie y tantas, tantas más, La Chacha, Guadalupe, Julie, Lety, Paola, Viviana, la Beba son las que veo más seguido. Me ayudan a seguir, a soñar y escribir. Aplauden cualquier cosa como el Look of the Day, el blog y las exhibiciones en galeria Casa Alpes. Leemos los mismos libros, opinamos y nos vestimos diferente, a veces somos Fifis, a veces no. Algunas saben todo, otras escuchan. Unas hacen locuras, otras son prudentes. Unas risueñas, otras reservadas. A todas nos gusta el arte contemporáneo, ayudar a los demás, comer bien y vivir bonito. Hacemos un esfuerzo día a día por mejorar, por seguir y sonreír. Nos gusta la música, los idiomas, la cultura. No toleramos la injusticia ni la violencia, queremos un país mejor. 

¿Quién conoce La Nana? Por ahí estuvimos para ver la exhibición de las “Saloneras”. El edificio es hermoso, patrimonio industrial de principios del siglo XX en la Colonia Guerrero. Se inauguró en 1908 como subestación de rectificación de energía eléctrica para alimentar la red de tranvías de nuestra ciudad, en la década de los noventa fue el nuevo Salón México. Hoy patrocina ConArte para proyectos de arte y educación en comunidad. Ellas trabajan con sueños, historias de pérdidas y de encuentros durante la Pandemia, procesos, van tejiendo hilos. Karen Cordero y Mercedes Gertz son parte del Colectivo que expuso El Libro Rojo, Sueños de Mujeres, no solo en la Ciudad de México, también en Los Angeles, Kioto, ahora en La Nana. Son pequeños videos de minuto y medio, una foto pequeña y texto, además de actividades con los vecinos. ¡Felicidades!