Sábado en el Tamayo, Ciudad de México, Parte I
La razón
del más fuerte es siempre la mejor.
Fui con mi amigo
Pepe al Tamayo en sábado, entramos a la cafetería por el bosque, entre árboles,
sol, sombra y un rico fresco de mañana. Pedí un sándwich “Tamayo” que me
pareció bueno porque ofrecía huevo frito con jamón, tocino y queso. Sin tocino
por favor. El pan de arriba llegó con corte de círculo al centro, descubriendo
la yema amarilla desenfadada. Es lo que siempre pide mi hijo Eduardo, comentó
Pepe.
Entramos primero a la
sala de abajo, “Los Animales Muertos” de Jorge Satorre (Ciudad de México, 1979),
joven artista que en sus dibujos refleja la fábula del Lobo y el Cordero, donde
la moraleja La raison du plus
fort est toujours la meilleur, es una sabia enseñanza de La Fontaine que
data más de 300 años. El lobo tenía
hambre y se come al corderillo sin causa criminal alguna.
En una
sala blanca y rectangular, estrecha, ni grande ni chica, vemos un piso claro de
losas de barro. Es la instalación con la impronta de huellas del lobo hasta
llegar a más huellas que se cruzan en giros súbitos y rayones. Aquí la escena
del crimen. Le arranca el cuello al chiquito y nos imaginamos el bosque
profundo con sangre roja oscura en la tierra. Siento el dolor de la impunidad y
la injusticia. Me paraliza de pronto la impotencia. Nos manipulan los
deshonestos y mentirosos. ¿nos dejamos? ¿por qué no defendemos a los débiles,
humildes e inocentes? ¿Por qué no gritamos ¡Basta ya!?
Los
dibujos a lápiz son bellos, detallados, bien hechos. Pepe, que es un
coleccionista culto, se demora en ver y mirar los detalles más mínimos. El
salón donde estamos se reproduce en una imagen, con escenas eróticas de los
obreros que instalan las losetas de barro; en otra la cabeza trofeo del lobo
está sobre la mesa de noche, con boca abierta y la cabeza de la cría adentro; otro
dibujo más: el hombre lobo atrapa a la mujer y la obliga encima de él.
Y luego
los créditos de la galería que comercializa al artista para poder vender con el
prestigio del Tamayo y con el apoyo seguro del director Gaitán. Galeristas que
se saben columpiar son sinónimo del fraude en el mercado del arte. La razón del más fuerte es siempre la mejor.
Subí a otra exhibición bellísima, la
del argentino ya experimentado Eduardo Costa. Fue allí que me encontré con la
pintura volumétrica del sándwich Tamayo ¡Cómo! Sobre un plato estaba el sandwich con
agujero y la yema de fuera, hasta vi que tenía tocino (el mío lo pedí sin
tocino, recuerden, porque el tocino es puro cebo de cerdo). ¿Cuándo lo hizo el
artista? ¿Ya estando en México después de haberlo desayunado? ¿O fue la
cafetería la que lo reprodujo en honor a Eduardo Costa? Esto lo descubriremos
en la Parte II de este texto, próxima entrada del blog.
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