IV. El oro llegaba de Brasil para construir la capilla más costosa de Europa, dedicado a Jakob y Polito M.
Pedro e Inés un amor desesperado en los jardines del Las Lágrimas del siglo XVI El destino me llevó a Lisboa, ciudad que siempre he querido conocer. Hubiera necesitado mucho más tiempo, claro. Lo poco que estuve fueron momentos preciosos llenos de luz. Me recibió en el aeropuerto Jakob, amigo muy querido de un artista de la galería. Recorrimos lo que pudimos, subiendo y bajando las calles llenas de historia. En cada esquina sentí el alma de Lisboa de siglos de antigüedad. De pronto nos tropezábamos con la modernidad como un mirage. Por ahí los clásicos tranvías amarillos y de madera que son de principios del XX, nos montamos en uno y llegamos a un parque y mirador. Arriba de la ciudad vi los techos de tejas rojas, casas blancas que parecían cantar, subían y bajaban. A lo lejos las olas del mar. Comí probablemente el mejor arroz de marisco de la ciudad en la terraza de Mar ao Largo. Me llamaron la atención las aceras de adoquines tan particulares que se llaman empedrado...