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  Obras maestras de El Prado en las Rejas y obras de artistas de los 80 en el MAM  Después de las nubes del Caribe llegué a los frentes helados de mi Ciudad de México para pasar la Navidad en familia. Resultó que nadie vino de los invitados originales así que la pasamos igual de bien con el equipo de Alpes, Vero, Mónica, Jose Luis y Pepe el mesero contratado. Un pavo maravilloso que hizo Emilio inyectado con champán y pastel de mandarina que mandó mi hija Carolina. De ahí los días se transformaron en caminatas de Alpes bajando por Virreyes o por Reforma. Me llamaron la atención los grandes nacimientos sobre pórticos y árboles de luces o hombres de nieve en entradas. Retraté algunas casas hermosas cuando caía la tarde y luego invité a las amigas que no habían salido fuera a comer. De la Fuente de Petróleos al Four Seasons pasé bajo el canto de cientos de cuervos, un pájaro llamaba y otro contestaba, a las fotografías de la Galería Abierta de las Rejas de Chapultepec, museo al ...

Un día de lluvia a la UNAM, el campus más bello del mundo  Hugo Salinas Price, primo al que Joel adora, admira a China, que ha salido adelante con economía independiente. Y más a Rusia desde hace años, por el sistema político que precisamente no es una democracia; funciona según la intención de sus gobernantes, como reloj. De eso conversamos en la comida a lo alto del edificio Elektra en el sur de nuestra ciudad. Se le aguan los ojos cuando habla de Esther, amor de su vida, mujer que ha estado a su lado 60 años o más. Recuerda todo, desde la luna de miel por toda Europa en aquel Fiat Millecento, que cuando lo vendió pudo recuperar gran parte de lo que había costado. Estuvieron seis meses en el antiguo continente mientras acababan los dólares, regalo de bodas de Hugo Salinas Rocha, su papá. De regreso a México los recién casados pasaron por Estados Unidos, se habían gastado todo el dinero y la abuela en Filadelfia prestó para el taxi que los llevó al aeropuerto.  Hugo Salinas P...

  Por los que lloro conmovida y les ofrezco mi corazón  Días de frío, días de bosque. Tanto que agradecer a la vida tener la floresta y sus frondas de flores apenas a dos cuadras, pasando la casa de Paola Garduño, voy a la derecha, bajo y oigo el graznido de muchos gansos. A través de la malla veo la barranca, casi hasta abajo está un palacio abandonado con su lago; es la una vez Guardesa , ahora está sola, con el revoloteo y gritos de aves. Quedan pocas flores que aguantaron la helada, se parecen a las Margaritas pero se llaman Gigantones. Abundan ramas con frutos como bolitas rojas. Navidad, brazos de Navidad. En el mercado se venden por gajos, cada uno en 50 pesos; yo con suerte tengo dos arreglos enormes en la entrada de mi casa, tan hermosos, tan hermosos, que casi no los creo. Por las aceras del bosque la arboleda forma sombrilla que me protegen, hay otra amarilla con botones en sus dedos. Me quiere alcanzar, mira hacia la calle. El cielo color cerúleo intenso detrás del...