El Conde de Montecristo, paisajes de mar y música sublime
Tomás Sánchez en la Colección de Flavia Campilli y de Tabeya
Una tarde en Londres fui al Cine Lumière a encontrarme con mi amiga querida Flavia Campilli. Ella me invitaba a ver El Conde de Montecristo, drama y aventuras de 2024 basada en la novela de 1844 de Alejandro Dumas. La película protagonizada por Pierre Niney en el papel de Edmundo Dantes, es una belleza de paisajes. Música fantástica de Jérôme Rebotier y con costo de 43 millones de euros es la película francés más cara de este año. Yo la gocé pero amigas más leídas dijeron que todo eso del romance con Mercedes era una vacilada. Resulta que el libro es más profundo. Se trata de un marinero joven que se iba a convertir en capitán, el día de su boda lo traiciona su mejor amigo quien luego se casa con Mercedes. Denunciado como bonapartista, Edmundo es encerrado en la isla del antiguo castillo de If, de la pequeña isla en la bahía de Marsella. Se escapa 14 años después y encuentra el tesoro del Conde de Montecristo, listo para vengarse de su ex -amigo.
Después de comerme una galleta buenísima fuimos a recoger a Tabeya, la perrita cubana. Flavia, amiga desde hace tantos años, pianista que nació en Roma, creció en La Habana y cuando llegó Fidel se siguió educando en el planeta tierra, como dice ella. Desde hace 53 años vive en Londres en una casa preciosa, 25 Smith Terrace, al lado del restaurante italiano que me fascina. Regresó a Cuba varias veces, gracias a la suerte como yo también, y la segunda vez allá se quedó un tiempo y empezó a comprar cuadros, era el tiempo del Periodo Especial, cuando no había nada que comer. Visitó a varios artistas por la Isla que no tenían ni un pincel. Compró los cuadros que pudo, unos grandes otros pequeños, así los ayudé a salir del infierno en donde estaban.
Flavia se encontró en La Habana con la indispensable Fichú Menocal, prima de mi papá. Ella le presentó a un pintor que se iba a España y adquirió una colección de acuarelas de La Habana, sus casas y plazas. Después siguió comprando desde Londres, hasta un pequeño Tomás Sánchez que yo le vendí, también le vendí obras de Agustín Bejarano y Rubén Erland. Sus paredes ya llenas de piezas entrañables para ella, Flavia decidió no seguir coleccionando. Jura que lo mayor que tengo en mi casa es TABEYA mi bichón habanero que ya tiene 8 años, mi avatar, mi sombra y mi todo. Sí, la comprendo, así fue mi adorado Tachito y ahora lo es Colmillo.
Resulta que en una tienda en Houston, hace muchos años, Flavia vio a un perro Havanese, que son los perros sedosos de La Habana, raza originaria de Cuba, perteneciente a la familia de los bichones. Son de tamaño pequeño, pelo largo y de carácter dulce y cariñoso. Desde entonces ella, Flavia, pensó que tendría uno o una. Más se encaprichó cuando un verano conoció el simpático y divino Havanese de la hija de amigos griegos. Buscó y buscó a su regreso a Londres, por fin en un kennel privado encontró a la hembrita que había nacido el 25 de junio, día del mismísimo cumpleaños de Flavia. El destino. Tres horas y media en coche a Nottingham a recoger a la hermosa Tabeya, nombre en honor a la india cubana que en los libros de cuento se llamaba Tabeya. A esa india la quemaron porque las otras mujeres dijeron, celosas, que era una bruja, mientras ardía en el fuego Tabeya dijo “con mis restos aquí crecerá una planta preciosa que su olor enloquecerá a los hombres”. Y nació la planta del tabaco.
Dedico este blog a mi amiga de tantos años Flavia y a la perrita Tabeya, cubanas ambas.
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