V. Barcelona Las Tres Chimeneas sigue contaminando la tierra, pasado industrial de un paisaje alterado
Nuestros futuros ¿hostiles o bellos?, pintura de gran formato en Las Tres Chimeneas, central térmica de San Adrián, orilla del río Besós, que operó entre 1973 y 2011. Durante la guerra civil española la aviación italiana la bombardeó y un año después, en 1939, el ejército republicano voló parte de las instalaciones. De suerte que se han conservado sus tres icónicas chimeneas. El pasado industrial de este lugar sigue evidente por la contaminación atmosférica, aguas no seguras y un paisaje alterado. Por eso Carlos Bunga, artista portugués, creó La irrupción de lo impredecible, pintura monumental que desprende luz amarilla del suelo. Una serie de capullos cuelgan del techo. Se trata de mostrar las constantes transformaciones (geológicas) del planeta, y también fe profunda en procesos de renovación. Esta obra sorprendente por color, luz y dimensión deja claro la inevitabilidad del cambio y el horizonte de lo desconocido. Queda una instalación de arte misteriosa y preocupante.
Fuimos a ver al artista a su taller en Mataró. Fantástico, pintura-pintura en lienzos totalmente contemporáneos, mucho pigmento, mucha materia, esculturas de gran formato sobre mesa y taburete, esculturas pequeñas en bases altas. Me encantó la personalidad de Carlos Bunga, brillante iberoamericano, padre de dos niñas que nacieron en Luanda, capital de Angola. Regresamos a Barcelona desde las Tres Chimeneas. Perdí el cargador de mi telefonito, así es mi despiste. Luego nos vestimos elegantes para ir a cenar con el financiero Regio, Manuel Camelo, amigo que me presentó Liliana Melo de Sada, encantador. El Botafumeiro en la calle Gran de Gracia, restaurante clásico de la ciudad condal, buen marisco, cocina gallega y prestigio desde su inauguración en 1975. Percebes, Lenguado con trufas y gambas y el Vino de Finca Vinya Le Havre Cabernet Sauvignon. Hablamos sobre la vida amorosa, monógama, de Manuel, la suerte que tiene el árabe, su pareja.
Yo regresé a empacar. Todavía era feliz porque aún no me robaban la maleta. Eso sucedería al día siguiente en el aeropuerto Josep-Tarradellas de Barcelona-El Prat. Por supuesto que aturdida, dejé la maleta de mano en la banqueta de entrada. Con joyas, entre estas una perla Keshi (barroca) que me regaló Marusa, preciosa con pequeños zafiros alrededor. Había cambiado la famosa jaba mexicana que siempre llevo a los viajes, de la maleta de mano gris oscura, a la maleta grande gris clara. No, Nini, NO. Las cosas no se cambian de su lugar natural u original. NO. Fue un día muy difícil de nervios, furia contra mi propia insania. Quise denunciar el robo en la policía del aeropuerto, me dijeron que era un proceso tardado. Mejor no perder el vuelo a Venecia. Taiyana estaba en Milán, Italia, quizás por eso perdí la maleta, como que viajar sola es más complicado.
Traté de tranquilizarme, en el avión me tocó un señor colombiano, al lado, que ama a su mujer después de 30 años de casados. Me tocó escuchar la conversación de él con ella, y me conmovió profundamente. En el transporte acuático veneciano llegué a St. Angelo. Ahí me ayudó un español con las maletas y después unas niñas me llevaron hasta el hotel, que me pareció ser el PEOR de toda la Ciudad del agua. Cuartito kitsch con brocados de oro y colchas también de brocado azul Almirante. Comenzó la histeria, entendí que mis píldoras de la locura estaban en la maleta robada. Es decir, ya no estaban.
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