Los impresionistas pintaban en plein air, captando la luz y la vida cotidiana



Camille Pissarro, Edgar Degas, Pierre-Auguste Renoir, Paul Cézanne, Alfred Sisley, Berthe Morisot y Vincent Van Gogh en Bellas Artes 

Ese lunes Bellas Artes estaba cerrado al público. Lo abrió Marusa Suárez con vara mágica, solo para nosotras, las amigas. Candiles, columnas de mármol de Oaxaca, impresionante, antes se escondían tras mamparas. En Bellas Artes, los impresionistas, exhibición que viene del Museo de Arte de Dallas. En 1874 se agrupaban como Sociedad Anónima de Pintores, Escultores, Grabadores para organizar sus propias exhibiciones, prescindiendo del sistema oficial. Eran rebeldes y arrojados con visión emprendedora. Sus temas, ni históricos ni tradicionales como exigía la Academia, no. Ellos quisieron capturar la vida de cada día, moderna, tal como era, con un estilo también moderno. Así pintaron puentes de hierro, medios de transporte a vapor, la vida callejera y escenas íntimas de la vida doméstica. 




De cualquier forma el público parisino se escandalizaba. Pocos eran los críticos visionarios y coleccionistas y el reconocimiento no llegó hasta después de las ocho exhibiciones que lograron hacer, hasta 1886. Claude Monet pintaba la vida urbana francesa de la década de 1870, como si fuera un boceto, estilo suelto. Desenfocaba todo, la gente, los carruajes, los barcos, en rápidas pinceladas que no acababa. Camille Pissarro pintó la Place du Théâtre Français desde su habitación del Grand Hôtel du Louvre. En sus 15 obras retrató el efecto de la luz y el tiempo, aquí envuelta en una niebla invernal en rosas y morados. Las pinceladas transmiten el movimiento de carruajes con caballos y de peatones en la calle. Más tarde representó paisajes urbanos y puertos comerciales como el de Dieppe, siempre trabajando desde arriba, de la ventana de su cuarto de hotel. 





Paul Signac y Georges Seurat desarrollaron el puntillismo, abandonando el impresionismo. Gustave Caillebotte participó en 5 de las 8 exposiciones de los impresionistas, llegó hasta la naturaleza muerta con sus Rosas amarillas en un florero, obra que compró Edgar Degas. Edouard Manet influyó en la técnica -aplicación suelta y pincelada gruesa- de Monet, Sisley y Renoir. Sin embargo, Manet no exhibió con los impresionistas, prefirió el éxito en el Salón tradicional. Menos conocido fue Eugène-Louis Boudin, quien en su arte manejaba los cielos y la atmósfera. Conoció a Claude Monet en 1858, quien lo llevó a excursiones por la costa y el campo. Así influyó a los futuros impresionistas quienes querían capturar la luz. 


Mientras tanto, Monet andaba por Giverny, un pueblo fuera de París, al que se mudó en 1883. Ahí construyó un estanque japonés, con nenúfares exóticos de colores. Primero pintó el puente peatonal arqueado, luego la superficie del agua, con nubes reflejadas. Años después, en 1917, cuando la pintura fue subastada, el público creyó que el lienzo estaba colgado al revés. 

 


Por su parte Vincent Van Gogh se consideraba como impresionista, ya que capturaba las sensaciones que la naturaleza causaba en él. Experimentó con la técnica sintetista creada por sus amigos Paul Gauguin y Emile Bernard, la que exageraba la forma y el color para transmitir significado. Aislado en el sur de Francia, Van Gogh desarrolló una voz única, pintó Gavillas de trigo durante su último mes de vida. Imagen de trigo cosechado, uno de sus motivos favoritos con dorados y violetas en pinceladas gruesas. Expresaba la sensación feliz de eternidad en los ciclos infinitos de la naturaleza. Solo después de su muerte, el mundo reconoció su obra, en retrospectiva de 1890. Hoy es uno de los grandes de la historia de la pintura, quien influyó a los expresionistas alemanes y fauvistas. Artista, entre artistas, aquí lo tengo en el altar de mi oficina.



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