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Mostrando las entradas de noviembre, 2017

La niña perdida en Nápoles, y mi hermano perdido en Costa Rica Parte I

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Yo tampoco he podido llorar por mi hermano Carlos, no es que no quiera, sino que no he tenido tiempo. La vorágine de mi vida en esta etapa ha sido confusa, cambiante, igual a las depresiones que me llevan a estar feliz y luego angustiada, aguda y luego indolente. De repente estuve arriba durante el verano, poco después de que Carlos desapareciera. Y en lugar de dejar todo por él, de ir a Costa Rica a ver a su hija Alina, seguí con el indestructible programa de los eventos de arte en Europa: París, Kassel, Munster, Venecia, Londres, Madrid y varios intervalos en París. Tenía mucho que hacer, un proyecto con la ADIAF (Association pour la Diffusion Internationale de l'Art Français)  para la Bienal de La Habana, y mucho que hablar y gozar con mis amigas y compañeras de viaje: una, directora de museos, otra, artista española. Carlos desapareció el 4 de mayo de 2017. Acabo de leer  La niña perdida,  cuarto y último libro  de Elena Ferrante,  una saga de dos amigas que nacieron

La Hora del Pueblo

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Fue mucho tiempo de trabajo físico y emocional para Eric Pérez. Un desafío en su carrera que determina como en adelante el artista se va a involucrar con su obra. Eric siempre ha sido, en mi manera de ver, un intelectual. Conozco lo que lee, lo que piensa, lo que dice. Pero el arte para él ha sido la creación, la pintura por sí misma, el mundo contemporáneo sin definir el arte. Lo definía la tradición clásica del siglo XIX y su creación actual sobre quién es él mismo –su mirada, imaginación y sueños-, los elementos que añadía a su composición, la naturaleza, la ciudad, la historia. Elementos tranquilos que describían lo que sucede. Sin juicios, sin denuncias. Dice el artista: probablemente nunca en mi obra había introducido de forma tan explícita ideas y mensajes de índole política, social y cultural . No, esa no es su obra. Su compromiso es con el arte, con la pintura en sí. Está vivo, sus experiencias son muchas veces oníricas y, como decirlo, “epifanías”. Si ve algo que com

Sábado en el Tamayo, Ciudad de México, Parte II

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La envidia es momentánea Es la segunda vez que veo esta exhibición y no conocía la obra de Eduardo Costa, argentino de 73 años. He oído decir que es “divino y muy interesante”. No lo dudo, pues en las cartas que presenta en su muestra leo emocionada de su amistad con Leandro Katz, fotógrafo también argentino y realmente divino e interesante que exhibió en mi galería hace 30 años fotografías de expediciones arqueológicas del siglo XIX a las de zonas de la cultura Maya y otras sobre la captura y ejecución del Che Guevara. ¡Que nostalgia de mi galería en aquellos tiempos! Me sentí en casa dentro de la exhibición antológica de Eduardo Costa en el Tamayo. Al entrar a las salas superiores del museo me sorprende la luz, mucha luz, la escultura grande semicircular de madera clara, geométricos blancos cuadrados con esferas, al fondo una cruz hecha con imágenes de “moda ficción”. Todo muy limpio y minimalista. Me encanta el artista, su ritmo, la armonía. Y doy la vuelta. Ahora sí un