Ideología no es lo mismo que fanatismo, cuidado


Días de mar con amigas queridas, gracias Liliana 

Volver la vista atrás es el libro de Juan Gabriel Vázquez, me lo recomendó Carolina mi hija. Costó bastante trabajo leerlo, no sé por qué. Bueno, un padre controlador (Fausto), con sus hijos los lleva a China y por allá los deja. Era la época de la Revolución Cultural de Mao Tse Tung. Esos pobres adolescentes, Sergio y Marianella Cabrera, aprenden chino, él es Guardia Rojo, ella igual, comunista de hueso colorado. Antes la familia pasa de la guerra civil española al exilio republicano en República Dominicana, Ciudad Trujillo, donde “la suerte favorece a los osados.” Sergio, de niño, empieza a hacer teatro, es el niño en El Espía de Bertolt Brecht (creador del teatro dialéctico, de orientación comunista). De ahí a Medellín, Colombia, en 1959. Y luego a un país enemigo y enigmático, China. Fueron a dar al Hotel de la Amistad que hospedaba a diplomáticos occidentales. Muchos años después los hermanos Cabrera se encuentran con sus padres de nuevo en Colombia, en la Guerrilla, donde aspiraban a hacer la Revolución. De milagro no pierden la vida, pero sí la inocencia. Todo para que yo, y Carolina, llegáramos a la conclusión de que la ideología es una adulteradora, aunque inevitable, que, cuidado, no debe convertirse en fanatismo. 

Una cosa es la ideología y otra el fanatismo, pero bueno, hagamos caso omiso, vamos a distinto asunto. Estuve en Acapulco dos semanas maravillosas de sol y arena, olas y amigas, tranquila, feliz como nunca. Claro, con una anfitriona generosa y muy querida, Liliana Melo de Sada. Me tocó el cuarto de siempre, Balinesa en Kalypso, la casa de arriba. En cuanto llegué salí con el chef Juanito. La playa alterada, por el Princess había escombros y construcciones casi en el mar, a veces en el mar. Me pareció que hubo una guerra. Más adelante todo se normalizaba. Diamante precioso, no había nadie. Pescadores sí, el edificio de al lado del departamento de Manolo Arango, devastado. Pero puede ser que lo rescaten. En el avión venía a mi lado un empresario que me habló de eso, creo hacen falta 20 millones de pesos. 





Aquí en casa estoy sola el primer día. Tequila, ceviche peruano de camarón, robalo a la plancha con limón, nieve de coco. En la noche vino Esteban Mattison que no para de hablar, comió como león, yo, sopa de col. Al día siguiente, como todos los demás en las dos semanas siguientes, amaneció soleado, con cielo azul claro. Salí con Juanito II, el chef de la casa de abajo, Karibú. En una camioneta blanca, enorme, llegamos al Segundo Playa Mar, 30 minutos caminando para allá y 30 de vuelta. Luego al Pierre a comprar dos bikinis. Cuando regresé ya había llegado la tropa, Liliana, Lizzie, America y Lorenia. Aquaaerobics en la alberca. Así pasaron los días. Caminábamos o en Tres Vidas o en Diamante, luego gimnasia en la piscina, tomábamos tequila y agua de coco, ceviche. Comida maravillosa, un día arriba con Juanito y otro abajo con Juanito II. Película o serie de televisión en la noche, después de la sobremesa entre amigas. 





Todos los días me tiraba al mar a jugar con las olas. ¡Qué privilegio, qué suerte! El agua tibia, la arena entre mis pies. Miro al cielo, nado, sonrío. En poco tiempo muy quemada del sol, me encanta sentirme joven, recordar las tantas vacaciones en Acapulco, el puerto más bello del mundo. Especialmente feliz estar con amigas tan queridas, conversamos mucho sobre arte y cultura, sobre el rumbo de nuestro país, sobre nuestras familias, sueños y ambiciones, Descansamos mucho, nos reímos mucho, sobre todo de nosotras mismas.


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