Acapulco playa de Cuervos, hay muchas cosas que nosotros no sabemos del mar, dedicado a Hugo Salinas Price
El servicio entero corría detrás de Teo, pues era el heredero.
–¿Cuántos niños tienes?
–Antes de cerrar 90 niños, ahora esperemos que con esta nueva normalidad regresen, es entendible que los papás están con un temor sicológico muy fuerte respecto a lo que es la pandemia.
– He oído que los números de casos son elevados en Acapulco
–Desafortunadamente son números rojos, pero no hay una veracidad. La enfermedad existe, eso es una realidad.
Laura que va a cumplir 10 años, aunque está muy alta, llegó de Pachuca con su padre; le gusta Acapulco por el mar y la alberca, hay muchas cosas que nosotros no sabemos del mar, dijo.. Padre e hija van abrazados por la arena. Pasan uno y otro y más edificios, solo los de Playa Mar tienen buen frente adornado de palmeras; los demás son estrechos, sin gracia, ninguno tiene que ver con el de al lado. Este es un barco vacío. Uno con lateral de piedras es la excepción. La playa está llena de frascos vacíos, latas, suciedad. Hay sardinitas muertas entre vegetación que trae el mar.
De pronto la ola me presenta un Cayajabo, como los de Varadero, pienso. Este es aún más hermoso, tiene impreso en verde un diminuto caballito de mar. El Cayajabo es una semilla rojiza con raya negra. En Cuba se hacían dijes con bandas de oro alrededor e iniciales al centro. Yo tenía el mío por supuesto, decía Nina enero. Las playas de mi infancia eran blancas y lisas. Cada casa con su playa, su mar y sus barcos y lanchas. Yo esquiaba desde Dupont hasta Kawama, en Dupont la casa de los abuelos Johnson, en Kawama la de los Menocal. Teo mi hermano era como perro, todo lo olía. Un día se le prendió el Macao en la nariz, crustáceo pequeño común en Cuba que en otras partes se llama cangrejo ermitaño. Está adentro de un caracol y tiene tenazas delanteras. Teo gritaba y corría por toda la casa. El servicio entero detrás de él, pues era el heredero. Teo lloraba. Hasta que dejó de llorar, cayó exhausto al hermoso piso de losas rojas que habían sido traídas de México, brazos y pies abiertos como abanico.
Todos asustados por su silencio. Al fin alguien tuvo la brillante idea. Le prendimos fuego a la concha y el animalito se escurrió. La Revolución llegó en 1959.
–¿Has visto todo lo que la gente tira al mar? – preguntó a Laura.
–Además de estar contaminando están acabando con el mundo– dice la niña.
–¿Qué piensas de la delincuencia?
–Hay mucha gente mala, solamente salimos a la playa o a la alberca.
Polo, el delgado pescador comenta que hay poco pescado; con una pala recoge chiquiliques, saben como el camarón aunque me parecieron ser cangrejos pequeños. El mar tiene mucho bronceador y se ahuyenta el pescado, dice, no sale mucho.
–Está usted muy flaco.
–Lo normal, así estoy pues.
–Gracias, Polo.
–Gracias a Dios
El vecino de Polo se llama Félix, está pescando. Como aparece poco pez es apenas para comer con las tortillas, lisas, cuatete, dice, tengo hijos, añade.
Es Acapulco la playa de Cuervos, hay córvidos por todo Diamante, donde está la gente. No, en Tres Vidas no hay, tampoco en Barra Vieja. Desde Puerto Marqués hasta el fin de las construcciones. En la arena, en los pastos, en los jardines, en las plantas. En las mesas bajo sombrillas picotean sopes y enfrijoladas. Vuelan un poco y se asientan. Corren, entran y salen del mar. Andan por doquier. Es Acapulco la playa de Cuervos. Ominosos, negros.
Este edificio es un barco
Este edificio es un barco al pie de un Océano
Se mantiene a flote en estos días…
En uno como este empezó a avanzar mi vida.
Alicia García Bergua, poeta y ensayista mexicana, nació en la Ciudad de México en 1954.
Las aceras de mi barrio se extiende a la playa. Una mañana temprano vi el maratón que venía del Pierre Marqués por la Rivera Diamante. Acapulqueños todos. Acapulqueños solidarios que traían grandes bolsas de lona para limpiar el litoral. Al poco rato era un llano brillante acariciado por el sol y las olas. ¡Qué orilla de mar! Las aceras de mi barrio son hermosas. Se extendieron, se agrandaron, se humedecieron con las tiras de olas. Olas inmensas de tres en tres, que sonaban como procesos de intercambio entre materia y energía. Constante, constante, no calla nunca. Es un murmullo divino de evolución y cambio.
…Mueve el viento la
mar rizando menudas olas mientras
el vuelo abismado
de un águila marina apunta el latir
imperceptible
del alba.
José Luis Rivas reconocido escritor veracruzano, nació en 1950, es Premio Príncipe de Asturias. Este mar del Pacífico me suena fuerte en su rugido. No que en Varadero, el Atlántico, solo se oía el canto de los pájaros. El mar era azul, luego transparente y después turquesa. En alta mar el color oscurecía a azul refulgente. Ahí pescábamos pargo en El Onsito, barco de mediano tamaño de Papaonso mi abuelo. Un día quise meter los pies al agua, iba meciéndome con el vaivén de las olas. De pronto vi la boca abierta de un tiburón. Una cavidad enorme con dientes muy afilados y blancos. Del susto me fui para atrás, gracias a Dios. Salí con solo un chichón en la cabeza.
Me fascinan tus historias!! Gracias !!!
ResponderBorrarEnjoy! Great to be at the beach.xo
ResponderBorrarNina que buena historia !!!! Acapulco la bahía más bella del mundo habría que luchar para rescatarla. Acaso conocen la casa donde vivió y murió DIEGO RIVERA ????????? A cien metros del fuerte de San Diego. Fácilmente se podría hacer una historia Nina, del Acapulco que vivimos de niñas
ResponderBorrarGracias Nina
ResponderBorrardisfruto tus relatos, gracias!
ResponderBorrarQuerida Nina:
ResponderBorrarEres un derroche de mundos. Me encanta tu transición y tu narrativa. Felicidades.
Cariños,
Ver el mundo, en este caso las playas de Acapulco al través de tus ojos, Nina, es una delicia.
ResponderBorrarMil gracias, dime ¿quién eres?
BorrarMe encantó leer tu historia playera del pacifico, y disfrute mucho el paralelo de memoria con nuestro Varadero atlántico!! Abrazos Juan Luis
ResponderBorrarSí Juanlui nuestro Varader Atlántico al que siempre regresaremos
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